EN las últimas semanas, Nicolás Maduro ha anunciado una serie de medidas que, según promete, permitirán una milagrosa recuperación de la economía del país. Frente a los análisis del Fondo Monetario Internacional, que han vuelto a pronosticar que a pesar de todos estos inventos el país se hunde y va camino de alcanzar una inflación de más de un millón por ciento, o del testimonio implacable de los millones de ciudadanos que huyen del hambre, el dictador responde con gesticulaciones fantasiosas que desafían el sentido común. El régimen no es capaz siquiera de imprimir billetes y se ha inventado el «petro» como criptomoneda virtual, que a pesar de que no existe ha sido utilizado como valor de referencia para el bolívar. Y ahora pretende sencillamente engañar a los venezolanos con los «lingoticos» de oro de la Guayana, que, como hoy desvela ABC en páginas de Internacional, no son más que una argucia para justificar el saqueo de las zonas auríferas que organizan los cómplices de la dictadura en las zonas del Arco Minero. En un país civilizado no es posible concebir lo que sucede en Venezuela, donde la vida cotidiana ya no es más que una lucha por la comida y la supervivencia. Las empresas cierran en cascada, los comercios están vacíos, los jubilados no cobran sus pensiones y muy pronto tampoco lo harán los funcionarios. Los ciudadanos no pueden conseguir ni siquiera dinero en efectivo para poder comprar.
El chavismo ha destrozado la antaño poderosa industria petrolera de Venezuela, víctima de una aberrante gestión que ha acabado con sus fundamentos tecnológicos y financieros, pero también como consecuencia de una voraz maquinaria de corrupción. Cientos de miles de millones de euros del petróleo se han volatilizado en los casi veinte años de chavismo. No hay ningún indicio que permita pensar que Maduro y sus secuaces serían capaces de gestionar honestamente las riquezas auríferas de los venezolanos, con las que ahora cree que podrá comprar unos meses más de tiempo, antes de que la economía colapse totalmente. El precedente es lo bastante explícito como para confiar en que lo ocurrido con el petróleo no suceda también con el oro que en realidad ya están robando. Nada en Venezuela puede funcionar mientras gobierne Maduro, porque el principal problema del país es la ineptitud de este antiguo conductor de autobuses, que nunca debió haber sido puesto al frente del Gobierno de Caracas. Ya ha pasado el tiempo de abogar por el diálogo o la negociación. Nicolás Maduro debe salir del poder cuanto antes, camino de un tribunal de Justicia y sin oro en los bolsillos.