En mayo de 2013, pocas semanas después de ser elegido presidente de Venezuela, Nicolás Maduro realizó su primera visita a Montevideo. “Uruguay es un país hermano… y venimos a ratificar el camino de la unión con Uruguay, con el Mercosur, de construcción de un mapa estratégico integral en lo comercial, lo industrial, agrícola, energético, cultural y humano de unión profunda de nuestros pueblos”, dijo en su llegada.
Ese año, las exportaciones uruguayas hacia el país caribeño alcanzaron los US$ 449 millones y fue el cuarto destino – exceptuando zonas francas–, en orden de importancia.
El comercio era próspero. Las ventas fueron básicamente de leche en polvo, quesos, carne, manteca y arroz. Años posteriores las hubo de pollos, vehículos, neumáticos o medicamentos. Sin embargo, la realidad desde 2013 hasta la actualidad cambió drásticamente. El año pasado las colocaciones fueron por US$ 19,9 millones y Venezuela no figuró ni por asomo en los listados anuales de compradores de mercadería local. Además, el país se encuentra sumido en una profunda crisis política y económica y el gobierno de Maduro recibe fuertes críticas que cuestionan su proceder de tintes dictatoriales. Uno que ha elegido como blanco a Venezuela es el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro.
Pero en aquel mayo de 2013, la situación era otra. Cuando Maduro arribó a la Base Aérea N° 1 del aeropuerto fue recibido por el canciller del gobierno de José Mujica, que en ese momento era Almagro.
El 7 de ese mes, Maduro se reunió con Mujica, recibió las llaves de Montevideo y hasta manejó un ómnibus para dirigirse hasta la sede del PIT- CNT donde la dirigencia sindical lo recibió eufórico.
Pero al tiempo los importadores venezolanos comenzaron a retrasar sus pagos por tener restricciones en el acceso a dólares y la divisa estadounidense comenzó una escalada que nunca paró. Se generaron turbulencias económicas y el país comenzó a transitar el sendero de la escasez de alimentos que se mantiene hasta hoy.
El periplo de los seis o siete años de relacionamiento comercial con el país caribeño puede describirse como de auge y caída.
Este año, el arroz básicamente fue el producto más colocado con ventas por US$ 17,5 millones; después hubo productos químicos y maquinaria agrícola.
Arroceras como Saman o Coopar –que el año pasado todavía enviaron mercadería hacia ese país–, en lo que va de 2018 no realizaron operaciones.
Las empresas que actualmente venden a Venezuela prefieren no hacer muchos comentarios. Algunos de los consultados señalaron que los negocios no son diferentes a los que se desarrollan con otros mercados. “Hace unos días Uruguay vendió dos barcos de arroz a Irak. ¿Te parece que los negocios con Irak son distintos a los de Venezuela? No, son iguales, bien complicados”, comentó un empresario consultado por El Observador.
Algunas de las empresas hacen sus negocios a través de brokers internacionales que cierran contratos con Venezuela. De esa manera, los exportadores uruguayos se aseguran a través de ese intermediario el pago de las transacciones.
Altos precios y pocos productos
En 2014, Venezuela era el destino que mejor precio pagaba por los lácteos uruguayos. Ese año la leche fue el producto estrella con ventas por US$ 146 millones. Entre los principales exportadores estaban Conaprole, Pili y Ecolat. La última se retiró del país un año después y quedaron 400 empleados sin trabajo. Pili, luego de varios intentos por continuar produciendo, en agosto pasado se presentó a concurso de acreedores. Este año, realizó sus últimas ventas a Venezuela por US$ 43 mil.
Las peripecias por las que pasó Conaprole para cobrar deudas en Venezuela fueron conocidas.
Todavía tiene una deuda pendiente por US$ 39 millones generada en 2015.
El pico de ventas de este año hacia Venezuela se verificó en abril donde hubo colocaciones por US$ 7,8 millones
En setiembre de este año, las exportaciones totales hacia el país caribeño fueron únicamente por US$ 46.900
“En la medida que la corriente de comercio no es real y se basa en hechos ficticios, lo más razonable es que llegue un pico y después se caiga; no era real porque los precios que se pagaban eran absurdos. Se terminó aquella fiesta de que todos le vendemos a Venezuela; fue todo una gran mentira”, dijo a El Observador el presidente de la comisión de comercio exterior de la Cámara de Industrias (CIU), Washington Durán.
Añadió que las “empresas que trataron de hacer negocios legítimos quedaron muy mal porque después sufrieron para cobrar”. Durán indicó que Venezuela ya no tiene capacidad de pago, entonces es muy difícil que se quieran llevar adelante operaciones con ese país, salvo que le aseguren el cobro.
“El que hace negocios tiene que asegurarse que va a poder cobrar, tener una carta de crédito a través de un banco internacional, de primera línea”, sostuvo. “Nunca hay que dejar de mirar un negocio, pero hay que tomar todas las precauciones necesarias, en este caso mucho más que en cualquier otro mercado”, complementó.
Por su parte, para el decano de la Facultad de Ciencias Empresariales y director del Departamento de Negocios Internacionales de la Universidad Católica, Ignacio Bartesaghi, el problema de Uruguay fue que concentró las exportaciones en pocos productos.
Para el experto, ese riesgo está en muchos mercados porque “no es solo en Venezuela donde existía una preponderancia exagerada de pocos productos”. En ese sentido, señaló que la industria alimentaria “está muy por debajo de su potencial en términos de diversificación, por lo que incentivar con políticas públicas es un aspecto central para el país”.
Empresas recuperadas
Algunas empresas autogestionadas por trabajadores apostaron fuerte a Venezuela durante el auge de las exportaciones. En enero de 2014, Funsacoop (ex Funsa) cerró un acuerdo con el gobierno venezolano para exportarle neumáticos por US$ 27 millones. Entre ese año y el pasado la cooperativa figura como exportadora por casi US$ 23 millones. Desde Funsacoop informaron que este año no se realizaron ventas hacia ese país y hubo alguna operación con Paraguay. Según datos aduaneros, Funsacoop colocó en 2018 neumáticos por US$ 62 mil. Además, estuvo sin actividad para realizar mantenimiento de maquinaria. El freno de muchas empresas recuperadas acompañó a la crisis venezolana.
Uno de los ejemplos de autogestión que resistió y se mantiene en actividad es Urutransfor, que fabrica transformadores eléctricos. Pero se mantiene alejada de los negocios con Venezuela.
Uno de los directivos de la empresa Julio Guardia dijo a El Observador que actualmente la empresa se dedica al mercado interno sin presencia exportadora. Recordó que los últimos registros de venta hacia Venezuela son de fines de 2016 y principios de 2017.
“En estos momentos no tenemos comercialización con Venezuela, hubo problemas por falta de pago”, explicó. En los últimos meses, como muchas otras empresas, debió enviar al personal al seguro de paro, pero Guardia señaló que para fin de año esperan contar nuevamente con la totalidad de la plantilla que asciende a 34 trabajadores. l