Esa es la lectura que podría hacer un extranjero o un colombiano común y corriente, como quien esto escribe, ante la posición adoptada por el presidente Duque frente a dos fundamentos de la democracia en Latinoamérica: la Justicia Especial para la Paz, JEP, en suelo nacional, y la finalización del socialismo del siglo XXI en Venezuela.
La justicia transicional, como su nombre lo indica, es para un tiempo definido y determinado, durante el cual todos aquellos relacionados o sindicados de haber cometido delitos contra personas, instituciones y tierras durante el conflicto armado con las Farc, ubicados en el lado que fuese –ya como revolucionarios, ya como representantes de la legalidad– tienen la oportunidad de admitir sus crímenes, explicar sus razones, pedir perdón y reparar a sus víctimas. Es lo que en Suráfrica definen como ‘Ubunto’, cuya práctica permitió a Nelson Mandela ser presidente y alcanzar la reconciliación y la paz en su país, uno de los más segregacionistas del planeta, donde una minoría muy pequeña explotaba, maltrataba y asesinaba a la mayoría de raza negra. Hoy, es otro país y se respira tranquilidad en una convivencia armónica. Pero solo fue posible por la aplicación de una justicia especial transicional, lo que el presidente Duque no parecería proclive afirmar sin hacerle recortes a su alcance, modificaciones a sus condiciones y adiciones a sus penalizaciones, lo que podría inducir un regreso a las armas de los guerrilleros que han de sentirse engañados: tanto los Acuerdos de La Habana como la JEP, que de allí se desprende, son compromisos de Estado, no de gobierno y, por tanto, deben cumplirse.
Paralelamente, el presidente Duque aupado por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se ha convertido en el adalid de la finalización del proyecto de socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que derrocar a Nicolás Maduro y a su cohorte para que mediante elecciones retome el poder la clase dirigente que siempre estuvo en la oposición como representantes de la derecha, bajo la orientación de los intereses estadounidenses. Porque hay que decirlo, no hay invasión o derrocamiento de un gobierno sin que existan razones económicas de parte de los “salvadores”. Lo aterrador de ese liderazgo es que en realidad Venezuela es el escenario de confrontación entre China, Rusia y los Estados Unidos por el oro y el petróleo.
Si el presidente Duque remienda y transforma o deshace la JEP habremos perdido la paz tan difícilmente lograda con las Farc; y si sigue presionando a Maduro y a sus secuaces es posible que recibamos nuestra dosis de misiles y nos encontremos metidos en una guerra ajena, porque si bien Trump ha subrayado que responderá militarmente cualquier ataque a Colombia, después de misil caído no hay magnificat que valga. Dios nos coja confesados si Duque no enmienda en ambos asuntos.