La falta de gasolina está llevando al borde del colapso a la industria agrícola venezolana y amenaza con más hambre y malnutrición. Productores calculan que el área plantada con los principales cultivos del país, maíz y arroz, se reducirá un 50 por ciento este año.
Por ANATOLY KURMANAEV y ISAYEN HERRERA 8 de julio de 2019 nytimes.com
PUEBLO LLANO, Venezuela — En este país, donde el hambre es rampante, hace poco un agricultor tuvo que abandonar todo su cultivo. Guiando un par de bueyes, arrastraba un arado de madera sobre su tierra y dejaba al descubierto miles de zanahorias marchitas.
Los camiones que recogerían su cosecha nunca llegaron, dijo.
La escasez de combustible ha paralizado al país desde mayo y está llevando al borde del colapso a la industria agrícola de una nación que de por sí estaba pasando un momento difícil y amenaza con más hambre y malnutrición, aquí donde casi la mitad de la población come menos de tres veces al día.
“Todo se perdió”, dijo el agricultor, Joandry Santiago, señalando los vegetales dañados que le costaron meses de trabajo perdido.
Venezuela es una nación rica en petróleo, pero años de malos manejos y corrupción en la industria petrolera, empeorados por sanciones estadounidenses, han secado las bombas de gasolina en un momento crítico. Primero, la escasez evitó que agricultores como Santiago llevaran sus productos al mercado. Ahora está dificultándoles sembrar nuevos cultivos.
The New York Times entrevistó a decenas de agricultores venezolanos. Casi todos disminuyeron su área de cultivo este año y algunos están dejando sus tierras en barbecho, medidas que probablemente reduzcan lo que queda del suministro de alimentos y lleven a más venezolanos a unirse a los aproximadamente cuatro millones que ya han huido del país.
La falta de combustible es la gota que derrama el vaso luego de seis años de crisis económica con el presidente Nicolás Maduro, cuyas políticas de control de precios, expropiaciones y malversación de fondos sancionada por el Estado han acabado con el sector privado del país. Su represión hacia opositores políticos y retórica socialista han desatado la ira del gobierno de Donald Trump, que ha impuesto sanciones paralizantes a altos funcionarios y sectores económicos clave.
Los agricultores dicen que han tratado de producir a pesar de la escasa materia prima, los controles de precio, la delincuencia, la inflación y una demanda que colapsa.
El municipio de Pueblo Llano, donde vive Santiago, ubicado en la región de los Andes al occidente de Venezuela, ha representado alrededor del 60 por ciento de la producción total de papa y zanahoria de Venezuela. Pero la cosecha de este año solo es la mitad de la producción de 2018 debido a la escasez de gasolina y a otros problemas como la falta de semillas y fertilizante, según la cooperativa local de agricultores, La Trinidad.
El habitual entramado de campos verdes bien atendidos disminuye desde los márgenes de las imponentes montañas bañadas de sol de Pueblo Llano a medida que los agricultores se repliegan hacia la única gasolinera con la esperanza de obtener algo de ventaja. Los siete mil agricultores del pueblo tienen que arreglárselas con apenas una entrega de combustible de alrededor de 2000 galones a la semana.
La caída de Pueblo Llano se repite en todo el sector. En las vastas planicies más al este de Venezuela, la caña de azúcar se pudre a unos cuantos metros de un ingenio y los campos de arroz están estériles por primera vez en setenta años debido a que los granjeros no tienen combustible para transportar su producción a los centros de distribución ni semillas o fertilizante para plantar nuevos cultivos.
La principal asociación agrícola de Venezuela, Fedeagro, calcula que el área plantada con los principales cultivos del país, maíz y arroz, disminuirá alrededor de un 50 por ciento este año. Y la producción de azúcar en el principal estado productor, Portuguesa, cayó de 12 millones en 2018 a 5 millones de toneladas, según la asociación local de agricultores de caña de azúcar.
“El colapso es exponencial”, dijo el presidente de Fedeagro, Aquiles Hopkins. “La única posible explicación es que al gobierno simplemente no le importa”, concluyó.
Maduro ha respondido a la crisis agrícola con la promesa en mayo de 35 millones de dólares en nuevos créditos para el sector, en un programa que según Fedeagro es dolorosamente pequeño y sus beneficios únicamente son para productores cercanos al gobierno.
La escasez de gasolina en el país con las más grandes reservas de petróleo es solo la más reciente manifestación de un colapso de servicios en el gobierno de Maduro, que ha dejado a millones sin suministros confiables de electricidad, agua y gas butano.
Cuando una crisis en la importación de combustible coincidió con apagones en refinerías a mediados de mayo, el país se sumió en el caos. Al menos dos personas murieron esperando en las filas de gasolina que se hicieron.
En una visita a Pueblo Llano el mes pasado, 150 automóviles esperaban afuera de una gasolinera cerrada por sexto día consecutivo. Muchos de los propietarios, para evitar robos, dormían en sus automóviles, donde aguantaron temperaturas gélidas a una altitud de 2286 metros. Durante el día caminaban de regreso a sus campos, en un viaje que en algunos casos tomaba horas.
“Mientras estoy aquí sentado haciendo fila, mi producción se pudre en los campos”, dijo el agricultor Richard Rondón mientras regalaba zapallos de temporada del tamaño de su brazo desde la parte posterior de su camioneta tipo pickup a la gente que pasaba. “No tengo nada para cosechar”, agregó.
El colapso de la producción nacional de alimentos será casi imposible de reemplazar con alimentos del extranjero, de acuerdo con los economistas.
Las importaciones venezolanas per cápita en abril cayeron a su nivel más bajo desde los años cincuenta, cuando el país se quedó sin una moneda fuerte en medio de una crisis económica que empeoraba y del endurecimiento de las sanciones estadounidenses, según Torino Capital, una firma de corretaje. Las importaciones del país fueron de apenas 303 millones de dólares ese mes, una disminución del 92 por ciento con respecto a abril de 2012.
“Con este nivel de importaciones y dada la destrucción del sector agrícola de Venezuela, será muy difícil evitar un deterioro importante en la disponibilidad de alimentos”, explicó Francisco Rodríguez, economista jefe de Torino Capital.