En los últimos años se han constituido varias instancias para ayudar al pueblo de Venezuela a superar su crisis humanitaria y política. Dos de ellas, Prosur y el Grupo de Lima, podrían tener un rol relevante en procurar soluciones para las desventuras que viven los venezolanos.
La oportunidad nace a partir de la migración venezolana que enfrenta nuestro continente. Como hemos aprendido de otras experiencias, en particular de la emigración africana a Europa, es un fenómeno complejo, dinámico e interdependiente, que requiere colaboración de varios países para encontrar una solución sistémica. Una solución de ese tipo tiene enormes ventajas frente al tratamiento episódico e inorgánico de flujos migratorios masivos y no anticipados, que habitualmente dan origen a situaciones humanitarias complejas.
Chile es miembro fundador del Grupo de Lima, constituido en el año 2017, y también de Prosur, creado en 2019. El Presidente Piñera y el Presidente de Colombia, Iván Duque, fueron quienes tuvieron la iniciativa de formar Prosur. El Grupo de Lima tiene como propósito fundamental buscar una salida pacífica a la crisis en Venezuela. Prosur, por su parte, se ha creado con el objetivo de favorecer la integración latinoamericana.
Chile debiera ejercer un liderazgo en la región para unir los esfuerzos de estos dos foros y dar una solución a la masiva emigración venezolana. Como se sabe, el número de venezolanos que ha abandonado su país en los últimos años alcanza ya a las cuatro millones de personas, y este flujo continúa aumentando. La OIM ha estimado que para 2020 serán cerca de ocho millones los que habrán dejado Venezuela. Muchos recorren tres países de la región antes de llegar a Chile. Cualquier medida restrictiva hacia la migración en un país repercute en el flujo que llega a los vecinos, como ocurrió con Perú recientemente.
Chile ha actuado responsablemente al modificar sus políticas de migración para lograr que ésta sea ordenada. Desde abril del año 2018 existe la Visa de Responsabilidad Democrática, que entrega a quienes no tengan antecedentes residencia temporal por un año prorrogable. Ya hay más de 400.000 venezolanos en Chile y solo entre enero y mayo el flujo neto fue de 128.000 personas. No se puede seguir entregando indiscriminadamente visas de turista a quienes luego se quedan ilegalmente. El tema migratorio es dinámico y las decisiones que se toman en relación a unos cuantos cientos de personas repercuten después sobre el comportamiento de cientos de miles más que están en algunos de los países vecinos.
Sudamérica tiene que tomar esta situación en serio, ya no es una cuestión solo de los venezolanos, sino de todos nosotros. En lugar de sacar ventajas políticas pequeñas del tema migratorio, los chilenos debiéramos unir esfuerzos con nuestros vecinos y ayudar a Venezuela a enfrentar esta crisis.