Órdenes judiciales contrarias y presuntas presiones de EE UU al tribunal aumentan los misterios sobre la fuga del exjefe de la inteligencia militar venezolana Nadie duda de que el exgeneral venezolano cuenta con ayuda en España Cuando fue detenido
“Yo voy a estar bien. Cuida de los niños”. Así se despidió de su mujer, Angélica Flores, el pasado viernes 8 de noviembre el general Hugo Armando Carvajal, exjefe de la inteligencia venezolana. No era la primera vez que se fugaba con todos sus secretos a cuestas. A sus 59 años, discípulo de Hugo Chávez en la academia militar y hombre de su total confianza durante los ocho años que formó parte del Gobierno chavista, llegó a España el pasado mes de marzo huyendo de “las violaciones” del régimen de Nicolás Maduro, cuenta su esposa, asentada en la capital de España con toda su familia. Carvajal está acusado de ser el nexo de la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con Venezuela. La DEA (agencia norteamericana para el control de drogas) lo considera su bestia negra. Fue aliado de Maduro, que ahora lo ve como a un traidor.Es un potencial confidente de las autoridades españolas, a la vez que un fugado de la justicia. Y se encuentra inmerso en un huracán de intereses de Estado.
EE UU le acusa de narcotráfico y pide su extradición a España. La justicia española, a quien ofreció su “colaboración” nada más llegar a Madrid, denegó su entrega a las autoridades norteamericanas el 18 de septiembre por entender que respondía a “razones políticas”. Pero, tras un recurso de la Fiscalía, el tribunal español la autorizó finalmente el pasado 8 noviembre. Sin embargo, esa última decisión del pleno de la Audiencia Nacional incluía tres votos particulares contrarios. Uno de los ellos —el del magistrado de la Sala de lo Pena, José Ricardo de Prada— exponía las presiones de Jorge Carrera Domenech, el juez de enlace de España en Washington, recibidas por algún magistrado para que extraditaran a Carvajal.
Al día siguiente de conocerse, el Ministerio de Justicia manifestó su intención de destituir a Carrera Domenech de su puesto en la capital estadounidense. De acuerdo con la ley de extradición, es el Gobierno español quien, en última instancia, decidirá en Consejo de Ministros si se entrega o no a EE UU cuando sea detenido.
Carvajal, que heredó el apodo de El Pollo de un compañero de la academia militar en la que ingresó con 11 años. Se asentó en Madrid, con sus ocho hijos, cinco de
Angélica Flores (dos adoptados) y tres de su primera esposa, en marzo, un mes antes de su detención. “Confiaba en la justicia española y tenía amigos en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI)”, explica Flores. “A nosotros nos mandó para acá en febrero, cuando estuvo decidido a apoyar a Juan Guaidó”, presidente interino de Venezuela, agrega.
Arremetió así contra Maduro en plena crisis humanitaria de su país a sabiendas de que corría un grave riesgo allí —“hoy estaría muerto en Venezuela”, asegura Flores—. Y también en España, ya que “sabía que podría reactivarse la reclamación de extradición de EE UU, que lleva tras él desde 2008”. “Aquel año hizo un informe para el difunto presidente Chávez en el que advertía de que los agentes de la DEA que operaban en nuestro país eran informadores, espías norteamericanos”, cuenta su jovencísima esposa, abogada de profesión, que actualmente se dedica a negocios inmobiliarios en Madrid. Después de aquel informe, Chávez expulsó a la DEA de Venezuela.
En 2014 Carvajal fue detenido por autoridades holandesas en la isla caribeña de Aruba, adonde Maduro lo había desterrado con un cargo diplomático, y de donde logró devolverlo a Venezuela antes de que pasara a manos de los estadounidenses. Maduro se presentó públicamente como su liberador y sacó pecho frente a los norteamericanos. “Pero mi marido no duró ni 10 meses con Maduro, rápido vio cómo entendía los servicios de inteligencia y las violaciones de derechos que pretendía que llevase a cabo en su nombre”, señala Flores. “Los secuestros, asesinatos y extorsiones están a la orden del día en el Gobierno de Maduro”, señala otro familiar de Carvajal, que prefiere no ser identificado.
“Varios agentes del CNI fueron a buscar a Hugo [Carvajal] a Barajas y nos trajeron hasta la casa de su hijo mayor en una furgoneta oscura”, recuerda Flores. Llegó el 18 de marzo a España con una identidad falsa (“Adolfo José Mouriño”), y la policía que ahora lo busca, sospecha que, “si ha salido de España, lo habrá hecho con otro pasaporte falso”. Lo que nadie duda es que Carvajal tiene ayuda en España. Su esposa lo reconoce, aunque se queja de la “escasa protección” recibida de parte de sus “amigos del CNI”. El 12 de abril, cuando le detuvieron, se dirigían a una segunda reunión con ellos, según Flores. “Hugo nunca llegó a dar la información ofrecida”, asegura.
Relación con Villarejo
Carvajal pasó cinco meses en la cárcel de Estremera a la espera de se resolviera la petición de extradición. Allí conoció al comisario Villarejo que, incluso, llegó a “cederle” a su abogado durante una semana, “mientras cambiaba de estrategia”, explica Dolores Argüelles, que lleva su defensa con un abogado brasileño. “Vamos a pedir la nulidad del procedimiento, iremos al Supremo, al Constitucional y al Tribunal de Derechos Humanos si es preciso”, dice.
Al mes de ingresar Carvajal en prisión, la policía detuvo al exembajador español en Venezuela, Raúl Morodo (85 años), y a su hijo (Alejo) y a otras tres personas, por un supuesto delito de blanqueo de capitales. Presuntamente, habían blanqueado 4,5 millones de euros elaborando “falsos informes” para la petrolera venezolana PDVSA. Curiosamente El Pollo había elaborado un informe sobre esa empresa, aunque sus familiares y sus abogados niegan que facilitara información al respecto a las autoridades españolas.
Desde que salió de Estremera el 16 de septiembre, Carvajal se presentaba cada 15 días en la Audiencia, pendiente de extradición. No fue hasta el 8 de noviembre cuando, “al recibir la llamada de un periodista que le preguntaba por el cambio de decisión del tribunal” —según fuentes de su familia—, decidió huir antes de que llegase la policía y la notificación.
“La fuga de Carvajal es una vergüenza para el Gobierno de España”, dijo el representante de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams. “Desde al menos aproximadamente 1999 hasta inclusive 2019, Hugo Carvajal fue miembro de una organización venezolana de narcotraficantes compuesta por altos funcionarios venezolanos y otros, conocida como el Cartel de los Soles”, recoge el escrito del departamento de justicia norteamericano. En el documento se acusa a Carvajal de facilitar a las FARC el paso de la droga por Venezuela para hacerla llegar a EE UU. Una portavoz del Departamento de Justicia ha eludido hacer valoraciones: “Como es una cuestión de política, no hacemos comentarios”. “En Estados Unidos primero te acusan y después, en función de lo que estés dispuesto a asumir y a contar, te van quitando pena”, dice Flores. Otras fuentes de la familia aseguran que “la posición de EE UU no es unívoca y se cruzan ambiciones de fiscales y antiguas rencillas con miembros de la DEA”.