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LA NUEVA CARA DEL INMIGRANTE AMERICANO: EL EXILIADO DEL COMUNISMO

Cubanos, venezolanos y nicaragüenses han desplazado a hondureños, guatemaltecos y salvadoreños en el éxodo a EE.UU.: son los ‘sin papeles’ que huyen del populismo más atroz

  • ABC (Galicia)
  • 29 Sep 2022
  • Por DAVID ALANDETE

 autobús blanco que podría pasar desapercibido cerca como está de una estación central, aparca el sábado 24 de septiembre a un tiro de piedra de la cúpula del Capitolio, en Washington, abre sus puertas y acaba así un viaje de casi dos meses que ha llevado a una familia venezolana a recorrer por carretera y andando más de diez mil kilómetros, con dos niños de apenas cinco y dos años. En ese periplo, estos venezolanos a punto han estado de morir cruzando el peligroso Tapón de Darien; han sido perseguidos y amenazados por el crimen organizado en México y ahora son enviados como carnaza política desde Arizona hasta Washington, aliviados de haber llegado aquí, pero también temerosos de lo que les depare el futuro, porque acaban de entrar en el intrincado mundo de los peticionarios de asilo en Estados Unidos.

«Lo que hemos pasado no se lo deseo a nadie», dice José, el padre, de 26 años, sentado junto a uno de sus hijos dentro del autobús. Recuerda el hambre, la lluvia, las penurias de cruzar la selva en Panamá donde, dice, en el grupo de inmigrantes que precedía al suyo murieron 80 personas. Al recordar el cruce del Darién, el cuello de botella del continente americano, un pedazo de selva tan pequeño como feroz que se vuelve intransitable, se le asoman las lágrimas a los ojos. «Casi me ahogo dos veces, con los niños, una experiencia terrible», dice José, con la voz entrecortada. Uno de sus hijos se da cuenta, y viene a animarle: «Papá, papá».

Esta, la de un venezolano que huye como puede de la dictadura en su país cruzando todo un continente, es la nueva faz de la infinita crisis migratoria americana. Si hace apenas cinco años un autobús de estos hubiera venido a Washington directo desde la frontera, cargado con indocumentados que acaban de hacer el cruce, en su inmensa mayoría hubieran sido hondureños, guatemaltecos, salvadoreños.

Las cifras se triplican

Sin embargo, en lo que va de 2022, según cifras del Gobierno federal norteamericano, han llegado más de 197.000 cubanos, más de 155.000 venezolanos y mas de 145.000 nicaragüenses, lo que ya de por sí más que triplica las cifras de todo el año anterior en los tres casos. Huyen de los regímenes castrista, chavista y sandinista. En el caso de los hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, las cifras, que suman combinadas medio millón, han descendido considerablemente con respecto a 2021.

Como muchos otros venezolanos, José y su familia salieron primero a otro país, en este caso a Chile. Él y su mujer tienen 26 años, y vivían en Maracaibo, donde él tuvo varios empleos, el último trabajando para el Ministerio de Educación chavista. Cuando se le preguntan las razones

para dejar Venezuela, José dice que «la situación del país», un asesinato que les tocó cerca e indignidades como que le obligaran a votar por el régimen. Hoy aún teme represalias contra familiares y amigos en su país, y se resiste a dar su nombre completo, y sólo habla con la prensa tras mucho insistir.

En Chile, a esta familia venezolana las cosas no les fueron precisamente bien, las puertas no se les abrían, el trato no era el de un hermano. Así que hace más de dos meses pusieron rumbo al norte, como muchos otros venezolanos, con el objetivo de pedir asilo en EE.UU. Hicieron todo el trayecto por carretera, en autobús, camión o andando. Son solo cuatro caras más en el drama del nuevo exilio venezolano, seis millones de huidos en apenas un lustro en el que se han disparado la represión y la miseria en el país, según los informes de la Organización de los Estados Americanos.

Ahora, se abre un futuro incierto para ellos. La organización humanitaria que recibe a José y a su familia aquí junto al Capitolio, Samu, facilita a los pasajeros de este autobús comida, les acompaña a la estación de tren a que se aseen en los baños y, si lo necesitan y no tienen familiares o conocidos en la zona, les ofrece dos noches en un albergue en Maryland, que tiene 50 plazas.

Con origen en Sevilla

Samu fue de hecho fundada originalmente en Sevilla en 1984, la primera empresa en operar una UVI móvil en España, y desde entonces ha ampliado su actividad a la acción social y la atención a inmigrantes, entre otros. En 2018 comenzó a trabajar en Washington, y ahora colabora tanto con el Gobierno de la capital como con el federal, que subvenciona sus actividades con dos millones de dólares. La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, alabó recientemente la labor de Samu tras declarar el estado de emergencia por la crisis migratoria.

Desde que los gobernadores de los estados fronterizos de Texas y Arizona comenzaron a enviar en abril a los indocumentados a la capital federal, alegando que esta se ha declarado ciudad santuario para los ‘sin papeles’, han llegado a la ciudad unos doscientos autobuses, con más de 8.000 inmigrantes, y Samu ha atendido a casi la mitad.

Esta ruta se ha abierto justo cuando se ha marcado un récord en las llegadas de inmigrantes por la frontera con México: dos millones de arrestos en un periodo de once meses por primera vez en la historia. Para los estados republicanos en la frontera, esta es una crisis que debería solucionar cuanto antes el Gobierno federal que comanda Joe Biden, de ahí que en una año de elecciones parciales —se celebran en noviembre— estén efectuando estos envíos.

Según explica Tatiana Laborde, que es la directora de Samu en Washington, son dos los perfiles los de los inmigrantes que están llegando

ESPAÑOLES A PIE DE OBRA

Samu, con origen en Sevilla, dispensa ayuda inmediata a los inmigrantes llegados a Washington // ABC a la capital: «Por un lado están los hombres solos, de procedencia venezolana, que buscan oportunidades trabajo y de vida, y grupos grandes de familias, con niños pequeños, algunos de apenas un mes, que persiguen mejor educación y oportunidades. Lo importante es estar allí cuando llegan, darles comida, cubrir sus necesidades básicas, porque llegan a una ciudad nueva, un lugar extraño, tras viajes muy largos y muy duros», añade.

Harris, de mal en peor

Muchos de ellos acaban dejando la capital: se marchan a destinos como Florida y Nueva York. A esta última ciudad pondrá rumbo José con su familia. Su prioridad, dice al día siguiente desde el albergue, es que los niños puedan acudir a clase cuanto antes, para que no dejen de aprender. Después hay que buscar trabajo, y cumplir con todo el papeleo para pedir asilo, todo un laberinto burocrático plagado de trampas y demoras, donde conseguir la residencia permanente puede ser cuestión de largos años.

Hasta ahora, la Casa Blanca se ha resistido a conectar directamente el aumento de la represión en Venezuela, Cuba y Nicaragua al crecimiento imparable de las cifras de indocumentados. La actual administración, de hecho, ha estrechado lazos con el régimen de Nicolás Maduro en Caracas, enviando a negociar con él a altos funcionarios y diplomáticos de Estados Unidos. Al llegar a la presidencia, Biden le encargó a la vicepresidenta, Kamala Harris, que gestionara la crisis migratoria, y esta solo ha hecho que empeorar desde entonces. Por eso, algunos de estos autobuses, sobre todo los que llegan desde Texas, no paran aquí en el Capitolio, sino a las puertas de la residencia oficial de la vicepresidenta, en una zona peor conectada, y sin transporte público cerca.

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