Inseguridad. Las historias de estas tres mujeres, retornadas desde Venezuela, tienen como factor común esta palabra. Como ellas, 2.163 gallegos decidieron volver a su lugar de origen a lo largo del pasado año. «Todos los días regresas a casa con una ruta distinta, siempre estás mirando hacia atrás. Llegó un momento que cuando empecé a ver a la gente comer directamente de la basura dije, si esto ya es peligroso, se va a poner mucho más», reconoce Karina Iglesias. Nacida en Venezuela, se trasladó a España en el año 89. Con el estallido de la crisis en el 2010, tomó la decisión de regresar a su país de origen, y «lo que iba a ser cuestión de un par de años, se convirtió en siete». Con su hermano, que ya residía allí, decidieron montar una perfumería, con venta de artículos de religión y fens-shui y, a mayores, un taller de electromecánica. La situación en la que se ve sumido el país la hizo regresar, aunque reconoce que no quería hacerlo. Pese a tener poder adquisitivo para poder comprar las cosas necesarias, «para vivir normal», asegura que era esa inseguridad la que no dejaba disfrutar de lo que uno tenía. «En cuestión de tres semanas estaba aquí, con dos maletas, que era lo que me podía traer en ese momento deprisa y corriendo», dice Karina, que vino con un trabajo en un Compro Oro de Santiago de Compostela. En este establecimiento realizan, además, envíos de dinero y de paquetería, incluso a Venezuela. En un futuro, «siendo muy optimista», espera poder «crear empleo», pero se muestra agradecida por haber podido regresar a finales del 2016 con un trabajo.
La historia de Raquel Rodríguez es similar. Sus padres, que se dedicaban al mundo del campo, tomaron la decisión de emigrar a Venezuela. «Por necesidad económica emigramos, para tener otra calidad de vida en su momento», constata. Allí, tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde se graduó en Arquitectura. A la falta de seguridad se suma la falta de medicamentos: «Mi madre ya es mayor, y no habiendo medicamentos me dije que tocaba volver a donde uno nació». Una vez en Galicia, tanto ella como su madre y su hija —que sigue sus pasos cursando Arquitectura en A Coruña— decidieron apostar por hacer algo las tres juntas: «Como mi madre todavía está activa y confecciona, yo diseño y mi hija también, armamos una tienda pequeña de diseño infantil». Cuando abrieron dicho establecimiento, afirma que la Xunta le ofreció a su madre «una ayuda por emigrante emprendedor retornado».
Purificación González terminó residiendo en el país sudamericano por su marido. Después de que sus padres emigraran a México, ambos se conocieron allí haciendo el postgrado. Tras 23 años viviendo en Venezuela, tomaron la decisión de volver, dado que «la situación se puso realmente insostenible, desde el punto de vista de inseguridad, de alimentos, de medicamentos…», afirma añadiendo que no les quedó otra oportunidad más para regresar a Vigo, de donde es natural Purificación y donde reside su familia. «Vendimos como medio pudimos lo que teníamos allí», y con eso se ayudaron al principio. La odontóloga, especialista en niños, regresó con una baja consular, y por parte de la Xunta recibió, mensualmente, una ayuda por emigrante retornado, algo que reconoce que «no esperaba». Sin embargo, quiso señalar que «podría ser un poquito más. Fueron 1.600 euros, no se puede hacer una empresa ni empezar de autónomo». Dicha ayuda tenía un período de duración de un año, por lo que tomó la decisión de emprender un negocio junto a su marido, médico endocrinólogo.
«Es difícil empezar nuevamente de cero, sobre todo cuando uno ya tenía un nombre, sus pacientes, y era conocido en el mundo sanitario», reconoce hablando de la clínica, abierta en Vigo en marzo del 2016. En ella trabaja de técnica haciendo estudios y pruebas especiales, ya que su título, al contrario que el de su marido, no está convalidado. Para esta, «compramos unos equipos que no los hay en Galicia para hacer diagnóstico anticipado y diagnóstico de enfermedades metabólicas», unos equipos pioneros. Además, incorporaron un equipo «que hay siete en toda España», a disposición de toda la gente diabética para evitar complicaciones, sobre todo vasculares y neurológicas. «Queremos, de alguna manera, dejar un legado en Vigo, agradecer que estamos aquí y dar a la población un poquito de los conocimientos que trajimos desde Venezuela», concluye Purificación. Estas tres mujeres contaron para regresar con las ayudas de la Xunta, que ha incrementado un 22 % su inversión, pasando de 1,8 millones en el 2017 a 2,2 en el presente año. El 80 % de las ayudas extraordinarias al retorno, una cuarta parte de las Bolsas de Excelencia Mocidade y el 42 % de las ayudas al retorno del emprendedor fueron destinadas a los gallegos residentes en Venezuela. Para atender a estos y a los que se plantean retornar también tienen acuerdos con diferentes entidades del propio país sudamericano que cuentan con una red de atención social.