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PERÚ NO SE DA ABASTO

  • Diario La Prensa
  • 25 Aug 2018
SATURADO. El puesto fronterizo en Tumbes abarrotado de venezolanos que ayer cruzaban a Perú ante del endurecimiento de los requisitos migratorios.

VILLA DE AGUAS VERDES. La llegada masiva de venezolanos al noroeste de Perú limítrofe con Ecuador superó ayer las capacidades del paso fronterizo cercano a Aguas Verdes, horas antes de que Lima comenzara a exigir pasaporte a los migrantes que huyen de la crisis en Venezuela. El paso que solía atender a unos 200 viajeros al día está ahora casi colapsado, con el ingreso diario de más de 2,500 venezolanos. Cientos de personas, así como automóviles y motos, cruzan usualmente de un país a otro cada hora por este puente en el que hay presencia policial en ambos lados pero donde no existe control migratorio. Muchos venezolanos llegan ahora a esta frontera después de pasar 20 días caminando, viajando en precarios buses rurales o pidiendo la “cola” (como llaman los venezolanos a un “jalón”), tras dejar su otrora próspero país petrolero sumido ahora en la peor crisis de su historia reciente. “Los niños estaban cansados, mareados, porque el viaje ha sido bastante complicado”, dijo Carolina Velandria, administradora de supermercados de 36 años, quien llegó al paso fronterizo con sus cuatro hijos, de entre uno y 15 años, para reunirse con su marido, que llegó a Lima hace cinco meses. Los pequeños estaban felices porque en el puesto fronterizo funcionarios peruanos les regalaron globos. El flujo migratorio ha aumentado porque muchos venezolanos se han apresurado en llegar a Perú antes de que entre en vigor este día la exigencia de presentar pasaporte, documento que muy pocos consiguieron en su país debido a su alto precio y engorrosos trámites. “Llevamos cinco días de carretera. Viajamos en autobús y se veía gente, venezolanos, caminando” en la ruta, dijo Jonathan Zambrano, de 18 años, quien viajó acompañado de su amiga Roxdaly Del Valle, de 21 años, quien abandonó sus estudios de ingeniería civil en busca de una vida mejor en Perú. Tanto en Ecuador como en Perú ha aumentado la presencia de venezolanos en los últimos días. “Caminas dos

cuadras y ves diez venezolanos, caminas otra cuadra y ves diez venezolanos más”, dice el ecuatoriano Gerardo Gutiérrez, quien se pasea por el puente binacional vendiendo accesorios para celulares.

Paso saturado. En el Centro Binacional de Atención Fronteriza (CEBAF )en Tumbes, situado en medio de campos de banano en el límite entre Ecuador y Perú, una avalancha de venezolanos llegó para entrar a territorio peruano. La gran mayoría son jóvenes, algunos con sus hijos. “Me vine al tiempo tope, como quien dice, en la raya llegué justamente para poder entrar”, dijo aliviada Angelí Vergara, secretaria de 22 años. “Tengo dos años esperando el pasaporte y no me lo han entregado”, relató. “Vine para acá ‘mochilando’ por Colombia y Ecuador como todos los venezolanos”, contó Edgar Torres, profesor de educación física de 22 años de Caracas. Al igual que casi todos sus compañeros de travesía, no tenía pasaporte ni un centavo en el bolsillo. En el CEBAF esperó 12 horas en una fila bajo el calor tropical para obtener su tarjeta de ingreso a Perú. Comió su pri-

mer plato caliente en 10 días cuando voluntarias de una iglesia de la ciudad llegaron en camioneta a repartir sopa de arroz y papas.

Ecuador se suaviza. Quito abrió un “corredor humanitario” para acelerar el traslado de venezolanos que se dirigen a Perú. Al mismo tiempo, la justicia ecuatoriana aceptó un pedido de medidas cautelares de la Defensoría del Pueblo y la Defensoría Pública, con lo que quedó temporalmente sin efecto la exigencia de pasaporte, según un fallo divulgado en Quito. Poco después de hacerse pública la decisión, decenas de venezolanos sin ese documento en Tulcán, el paso fronterizo entre Colombia y Ecuador, salieron corriendo hacia la fila para recibir la tarjeta andina de Colombia, el documento exigido hasta ahora. “Una emoción grande, de verdad que no nos esperábamos eso. Es una ayuda muy humanitaria. Venezuela está que no se puede. Salimos con la intención de ayudar a nuestra familia, a los niños que se mueren porque no hay medicinas”, dijo Nazareth Márquez, de Caracas.

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