Argentina vuelve a estallar. Su divisa llegó a desplomarse ayer más de un 20% –aunque moderó la caída al 12%–, hasta 38 unidades por dólar, por el miedo a que el país no pueda afrontar sus vencimientos de deuda. Su presidente, Mauricio Macri, declaró que el país recibirá en cuanto lo necesite los 35.000 millones de dólares pactados pero no desembolsados aún por el FMI.
El Banco Central del país subió los tipos al 60%, frente al 45% en un intento desesperado de frenar la fuga de capitales. Pero ni Macri ni le organismo monetario tranquilizaron al mercado. Al contrario, dejaron patente la delicada situación de Argentina y el peso aceleró ayer su hundimiento.
La huida del dinero continuó ante el miedo de un nuevo corralito –una restricción en el movimiento de capitales, como ocurrió en 2001 y 2002–, una vez comprobado que la salud del enfermo, diagnosticado en mayo, cuando se anunció la petición al FMI, continúa deteriorándose a un ritmo desaforado.
El fantasma de un impago es patente, debido a que gran parte de su deuda está emitida en dólares: el 62% del total de los casi 300.000 millones de dólares en total. Los vencimientos que quedan para este año ascienden a 30.000 millones y los de 2019, a unos 18.000. Los seguros que cubren de un eventual impago de la deuda (CDS) argentina a 10 años se dispararon por encima de los 660 puntos básicos. Es decir, para segurar 10 millones de dólares son necesarios 0,66 millones. Los niveles son récord desde julio de 2014, cuando este termómetro se disparó por encima de los 2.200 puntos, justo antes de declararse el impago parcial de su deuda. La necesidad de la liquidez del FMI es acuciante.
El desplome del peso argentino en el año frente al dólar supera el 50%, de forma que el capital en dólares que tiene que devolver se ha duplicado. Lo mismo ocurre con el coste de las importaciones. No consuela al mercado que el nivel de reservas en divisas del país se sitúe en niveles históricamente altos, con más de 51.000 millones de dólares. Tampoco la gran devaluación, que implicará que la exportación se dispare y el país gane competitividad, es suficiente para aplacar a los inversores.
Primero Argentina, que rebrota, y después Turquía, que empeora. La lira otomana cayó ayer un 6% adicional y se desploma más de un 40% en 2018. La fiebre en el país no termina de bajar, y menos después de que se haya filtrado que Erkan Kilimci, el subgobernador del Banco Central, ha dimitido días antes de una decisión crucial sobre los tipos de interés en el país. El próximo 13 de septiembre debe determinar si sube de una vez los tipos de interés, anclados en el 17,75%, para frenar la galopante inflación, que más que triplica el objetivo del 5%. El populista presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha reiterado que es contrario a subir el precio del dinero, pese a lo sobrecalentado de su economía que crece a más del 7% anual. Desde Renta 4 añaden que la última espiral bajista de la lira se debe a que habría retirado varias de las medidas excepcionales de apoyo para frenar el deterioro de sus variables financieras. Ha vuelto a limitar, por ejemplo, la liquidez que proporciona a los bancos.
La infección intensa en el peso argentino y la lira turca ha pasado factura al real brasileño, el rand sudafricano, el rublo ruso y la rupia india que sufren depreciaciones hasta del 21% en el año. El euro también se devaluó ayer más de un 0,4% ante los rumores, desmentidos, de que Italia había pedido al BCE que comprara más deuda soberana.