Hasta cuándo apoyarán los militares a Maduro
enero 28, 2019
Advierte a los EEUU que no intervenga
enero 28, 2019
Show all

Así se decidió el impulso de Washington al «motor» del cambio pacífico

Durante meses EE.UU. trazó un plan para apoyar a la oposición y favorecer la caída del régimen de Maduro

  • ABC (Sevilla)
  • 27 Jan 2019
  • DAVID ALANDETE WASHINGTON
Juan Guaidó, el día de su proclamación como presidente interino

Una llamada animó a precipitar el cambio. El 15 de enero, el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, llamó a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea de Venezuela, después de que ese parlamento declarara «ilegítimo y usurpador» al régimen de Nicolás Maduro. El mensaje era claro: si Guaidó decidía poner en marcha el artículo 233 de la Constitución —que establece que cuando se produzca la falta del presidente el jefe de la Asamblea Nacional se encargará del Gobierno de la república— Estados Unidos estaría de su lado.

En aquella conversación, Pence le expresó a Guaidó que para la Casa Blanca el suyo era ya el «único órgano democrático elegido en el país» y le animó a defender la Constitución. Después, Pence intercambió sus impresiones con el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton; el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el presidente, Donald Trump. Coincidieron en que Guaidó, a sus 35 años, no sólo había unido a la oposición, sino que era alguien con las aptitudes y compromiso necesarios para liderar el cambio en Venezuela.

Este relato de los hechos que llevaron al reconocimiento de EE.UU. a Guaidó como presidente de Venezuela ha sido elaborado tras varias conversaciones en Washington con funcionarios y veteranos diplomáticos retirados que tienen conocimiento de estas gestiones.

Facciones opuestas

Desde el día en que llegó a la Casa Blanca, Trump ha expresado su preocupación por la crisis en Venezuela. En los pasados dos años ha pedido a su Consejo de Seguridad informes y planes de intervención para apoyar misiones humanitarias. La respuesta del Pentágono siempre ha sido que un gesto militar provocaría una escalada de consecuencias imprevisibles, dado el apoyo de Rusia y China al régimen de Maduro. Como advertencia, en diciembre del año pasado dos bombarderos nucleares rusos se dejaron ver en Venezuela.

En el actual Gobierno norteamericano se crearon facciones opuestas. Por un lado, la que defendía un apoyo enérgico a la oposición aprovechando todas las opciones, incluso, en un caso extremo, la militar. Por otro, quienes recomendaban contención. Al frente de ese segundo grupo estuvo el anterior secretario de Estado, Rex Tillerson, que antes había sido director ejecutivo de la petrolera Exxon y quien, según fuentes de la Casa Blanca, recordaba frecuentemente que las refinerías de EE.UU. compran crudo a Venezuela y que la petrolera Citgo, radicada en Texas pero controlada por el régimen de Maduro, emplea a 5.000 norteamericanos. Ese punto de vista lo compartía el consejero de Seguridad Nacional, H.R. McMaster, que recomendaba siempre cautela.

La pasada primavera se produjeron cambios en la Casa Blanca que catapultaron a Venezuela a un lugar destacado en la agenda de Trump: Tillerson abandonó el Gobierno y fue sustituido por el director de la CIA, Mike Pompeo. Con Tillerson se fue McMaster, y le sustituyó un halcón en materia política extranjera, alguien cuya prioridad confesa es desterrar al comunismo del continente americano: Jon Bolton. Este y Pompeo decidieron que aprovecharían las elecciones de mayo, en las que Maduro se declaró ganador entre acusaciones de fraude, para transformar los instintos de Trump en un plan.

Durante meses, bajo la iniciativa de Bolton y un reducido grupo de funcionarios en el Consejo de Seguridad Nacional —en especial Mauricio ClaverCarone, de ascendencia cubana y criado en España— se ideó todo un plan de ayuda a la oposición venezolana: se aprobaron sanciones contra Maduro y su círculo más cercano, se incautaron bienes y se declaró la nulidad de las elecciones. Más importante, se decidió emplear la mayor riqueza de Venezuela, el crudo, a favor del cambio.

Elliott Abrams, emisario

El régimen de Maduro, altamente endeudado con Rusia y China, logra un 95% de su dinero líquido de la venta de 500.000 barriles de petróleo diarios a EE.UU. Una parte de la venta se hace a través de Citgo, la filial de la petrolera pública venezolana PDVSA. Ahora Trump se dispone a poner esos fondos a disposición del Gobierno de Guaidó. Para esa y otras labores, la diplomacia norteamericana ha tomado la decisión de nombrar un enviado especial para Venezuela, el veterano republicano Elliott Abrams. Al plan de apoyo sólo le faltaba algo que EE.UU. no podía hacer: que la oposición se uniera y decidiera plantarse ante Maduro. El ascenso de Guaidó a la presidencia de la Asamblea, el 5 de enero, fue providencial para ellos. Cuando Maduro, cinco días después, juró de nuevo el cargo, Pompeo, el jefe de la diplomacia norteamericana, llamó a Guaidó. «Es hora de que empiece la transición a un Gobierno democrático», le dijo Pompeo en un mensaje que luego recogería un comunicado del Departamento de Estado. Guaidó tomó posesión de la presidencia interina del país el miércoles ante una multitudinaria manifestación a favor de la democracia en Caracas. En menos de 15 minutos Trump, presidente de la primera potencia mundial, lo reconoció en un comunicado. Nunca antes un cambio de estas características en una nación extranjera ha sido apoyado tan rápida y enérgicamente desde la Casa Blanca, señal de la importancia que Venezuela tiene para Trump y su Gobierno.

Please follow and like us:

Comments are closed.