Cuando Nikki Haley le dijo al Consejo de Seguridad de la ONU esta semana que “ya es suficiente” y que “tenemos que hacer algo”, ella no estaba sugiriendo que los misiles Tomahawk pronto lloverían sobre Venezuela o que los marines aterrizarían en sus playas.
Sin embargo, sus palabras formaron parte de un creciente coro pidiendo acciones más duras, incluyendo rumores persistentes de una posible escalada militar, todo alimentado por la creciente indignación internacional provocada por las crisis sociales y de refugiados de Venezuela, y la frustración provocada por el autoritarismo del régimen atrincherado.
Donald Trump, el presidente de EEUU, ha sugerido repetidamente la posibilidad de una acción militar, pero los funcionarios estadounidenses y los líderes latinoamericanos rechazan la idea. Jim Mattis, secretario de Defensa de EEUU, dijo el mes pasado que la crisis de Venezuela “no es un asunto militar”.
No obstante, los rumores siguen retumbando, impulsados por consideraciones políticas internas en Vene-
zuela y EEUU.
“Hay una sensación de que se ‘está preparando el terreno’, al menos en la ONU”, dijo Diego Arria, un ex embajador venezolano en la ONU, quien defiende la idea de la “intervención humanitaria” respaldada por un grupo operativo interamericano. “Pero si sucede algo, no será hasta después de las elecciones de mitad de periodo de noviembre en EEUU”.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, quien preside una economía devastada por la hiperinflación, ha enfrentado repetidos intentos de golpe de estado por oficiales descontentos del ejército, según una serie de informes, pero cada uno se ha visto frustrado con la ayuda de asesores de la inteligencia cubana. Recientemente, un intento de asesinato por drone fracasó en Caracas el 4 de agosto.
Mientras tanto, el Sr. Trump se enfrenta a elecciones inciertas de mitad de periodo en noviembre, lo cual destaca la importancia de estados indecisos como Florida, que tiene un gran número de votantes emigrados venezolanos y cubanoamericanos que podrían verse influidos por la idea de políticas más duras de EEUU contra Caracas y su aliado más cercano, La Habana.
Hubo una indicación de esta situación hace dos semanas cuando Marco Rubio, el senador republicano cubanoamericano de Florida, dijo que él no descartaba la posibilidad de opciones militares después de una reunión con John Bolton, el asesor de seguridad nacional del Sr. Trump.
En los últimos dos años, la administración Trump, junto con Europa, Japón y el Grupo de Lima — que incluye a Canadá y los países más grandes de América Latina — ha aumentado la presión sobre Caracas, prohibiendo ciertas transacciones financieras y sancionando a funcionarios por presuntos abusos contra los derechos humanos, y supuestos delitos de lavado de dinero y tráfico de drogas.
La conciencia mundial sobre las crisis de Venezuela también ha crecido, dado el éxodo de 2 millones de refugiados desde 2015, según informes de la ONU, y se esperan otros 2 millones en los próximos dos años.
El Sr. Maduro niega que existe una crisis y rechaza las ofertas de ayuda humanitaria, llamándolas “una excusa para invadir el país, para obtener nuestro petróleo y nuestras riquezas”. Delcy Rodríguez, vicepresidenta, describió la protesta internacional como “diseñada por el Pentágono para justificar la intervención”.