El pasado 20 de agosto Venezuela amaneció con la entrada en vigor del Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad (PRECP) del presidente Nicolás Maduro. Aunque en principio es el esfuerzo más grande que se ha hecho hasta el momento para contrarrestar la profunda crisis económica en la que el país suramericano está inmerso, la realidad es que el éxito del programa se antoja complicado.
Durante su primera semana de implementación, se dieron a conocer Las nueve líneas del Plan de recuperación Económica, entre las que destacan la búsqueda de estabilidad de precios y de equilibrio fiscal, además de haberse dado a conocer una lista de 25 productos de la canasta básica con nuevos precios acordados. Así, con este plan se busca establecer, en palabras del propio mandatario venezolano, “nuevas reglas de juego en Venezuela para todo lo que tiene que ver con el proceso de producción, de crecimiento económico, de fijación de precios, el sistema salarial y el sistema de protección social”.
En particular, se inició el proceso de reconversión monetaria que prevé la eliminación de cinco ceros a la moneda nacional, introduciendo el denominado bolívar soberano que a su vez está anclado a la criptomoneda Petro. Si bien este último es una unidad de cuenta anclada a los precios del petróleo, la medida es sumamente ambiciosa y en cierta medida arriesgada, en buena parte por la volatilidad de las criptomonedas, pero también por la falta de precedentes. Lo que se busca con la introducción del Petro es mejorar el poder adquisitivo del venezolano, pues esta unidad será un marco referencial, cumpliendo una función similar a la del dólar paralelo.
Es claro, entonces, que a través del nuevo cono monetario y el acuerdo de precios de productos, el PRECP buscará solventar la etapa de hiperinflación en la que Venezuela se encuentra. Si bien es temprano para evaluar la efectividad del cono monetario, establecer mecanismos de control de inflación con acuerdos de precios no es efectivo mientras no se atiendan las causas macroeconómicas y si no se complementa dicha medida con un plan de estabilización con orden fiscal. Aún más, un exceso de regulación en precios de productos favorece la creación de mercados negros, situación con la que Venezuela se encuentra familiarizada y que sigue sin resolver.
Aunado a lo anterior, lo cierto es que el PRECP carece de una estrategia concreta para incrementar la productividad del país y sin la cual es impensable esperar una recuperación. Hace solo unos días, el vicepresidente del área Económica de Venezuela, Tareck El Aissami, pedía a los empresarios en su país incrementar la productividad para llevar a cabo los desafíos que significa el Programa de Recuperación Económica, reconociendo así que o tiene una noción limitada de la ciencia económica y cómo funciona el nivel de productividad, o que la capacidad productiva es una decisión y capricho de los empresarios, quienes deliberadamente han entorpecido los mercados en Venezuela.
Cualquiera que sea el caso, es de reconocerse que el PRECP luce en el papel como una maravillosa solución para Venezuela por la narrativa con la que se ha presentado. No obstante, el Plan de Recuperación Económica ignora y no atiende las principales causas de la precaria condición venezolana, convirtiéndolo en un compendio de buenos deseos, buenas intenciones.