Maduro acaba de acudir sorpresivamente en persona a China, que con su potencial está compitiendo cada vez más con el Fondo Monetario en materia de auxilio a economías flojas o en colapso. Pero con una diferencia: auxilia fundamentalmente a través de sus empresas. Es decir, interviene directamente en la economía del mismo modo como lo hace en su país.
En este caso, los dos países, con la diferencia de que en uno las cosas funcionan y en el otro hace rato han dejado de funcionar. Y en especial el petróleo venezolano, que sobre las reservas más altas del mundo, en junio pasado vio caer su producción a poco más de 1,5 millón de barriles diarios, la cantidad más ba- ja de los últimos 30 años. Esto, según estadísticas oficiales. Hay privadas más bajas aún: 1,2 millón.
Esta vez, con Venezuela, Beijing ha sido más explícito. “China está dispuesta a reforzar el intercambio de experiencias con Venezuela sobre la forma de gobernar el país”, dijo el presidente chino Xi Jinping, según información de las agencias internacionales. Es interesante esta reflexión: partido único y capitalismo, sin libertades. La cadena chavista Telesur tiene otra interpretación: “China no nos impone condiciones como hace el Fondo Monetario Internacional con Argentina”. Lo dice para no hablar del aumento del control chino de la explotación de petróleo. Y de las condiciones políticas que implica este acuerdo. Los chinos no regalan nada y tienen la oportunidad para aumentar su influencia en un país en bancarrota. Se aseguran continuar aún si cambia la situación política del país.
La exportación de crudo representa la casi totalidad de las ventas venezolanas. No le alcanzan para importar ni los insumos más esenciales que no produce tras derrochar dé- cadas de altos ingresos en proselitismo consumista. La realidad es que la petrolera estatal PDVSA está en colapso. No es que le falten importadores. O que EE.UU. le haya dejado de comprar. Bajó su producción un 40 %, con debacle financiera. En 2011, producía unos 3 millones de barriles diarios. Antes de su viaje a China, se temía una caída aún mayor hacia fin de año. China es la principal compradora de petróleo venezolano (alrededor de un 40% o más). EE.UU. hoy le compra más a Colombia que a Venezuela, donde redujo sus compras a la mitad porque produce shale gas. Las sanciones que Trump aplicó en mayo a Maduro, fueron financieras. Dificultó la colocación de activos estatales venezolanos después de la reelección de Maduro, que una gran parte de los países consideró una farsa. No es asunto que preocupe a China. Pero China controlará que Venezuela produzca lo que promete. Y Maduro prometió a los chinos un millón de barriles diarios en cinco años. Los asiáticos, extenderán además sus importantes inversiones en petróleo a la minería, especialmente la del oro. En los últimos 10 años China extendió a Caracas créditos por unos 50.000 millones de dólares, la mayor parte pagaderos con petróleo. A pesar de que adeuda unos 20.000, Maduro ha retornado con 5.000 millones extra. Su gira incluyó una parada en Turquía, no para hablar con el presidente Erdogan, otro antidemocrático, sino para hacerse ver comiendo en un restaurante de un chef famoso, fumando habanos con su esposa Cilia Flores, la “primera combatiente”.
Recogió más indignación en su país, donde los alimentos son el lujo. Y los medicamentos algo inhallable, salvo en el mercado negro a precios imposibles. Por eso, la gente se va.
China se garantiza que los acuerdos con Caracas supervivan si cambia el régimen político