Oficialmente, el gasto en defensa representa solo el 1,7 por ciento del PIB, pero no incluye programas clave como el espacial
Sin ninguna mención a la guerra de Ucrania, en la que Occidente le ha pedido que medie con Rusia, ayer empezó en China la Asamblea Nacional Popular, reunión anual de su Parlamento orgánico. A pesar de las numerosas voces solicitando a Pekín que interceda ante Moscú, entre ellas de la propia diplomacia ucraniana, el primer ministro Li Keqiang abrió la cita política más importante de China sin referirse a la mayor crisis actual en el mundo.
En su lugar, Li desgranó ante los casi 3.000 diputados congregados en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín los objetivos económicos y sociales para este año, que se verán mermados por la invasión rusa de Ucrania aunque no figure en su discurso. Por la guerra, entre otros factores, las autoridades chinas se han visto obligadas a fijar una previsión de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) «en torno al 5,5 por ciento». Se trata de la cifra más baja desde hace tres décadas, justo después de la matanza de Tiananmen en 1989, y es un punto porcentual menos que cuando China sufrió el impacto la crisis financiera global de 2008. Aunque la economía china repuntó el año pasado un 8,1 por ciento, la ralentización a la mitad durante el segundo semestre y el efecto de las drásticas medidas contra los brotes del coronavirus invitan a ser más cautos en esta ocasión.
Paro juvenil
Tal y como leyó Li Keqiang en su informe del Gobierno, China se enfrenta a un clima externo «volátil, grave e incierto» por la triple presión de la «contracción de la demanda, la disrupción de las cadenas de suministro y el debilitamiento de las expectativas». Como suele ser habitual en sus planes económicos, la meta es crear once millones de empleos urbanos anuales, manteniendo una tasa de paro oficial «dentro del 5,5 por ciento», pero que alcanza el 14,3 por ciento para los menores de 25 años.
Debido a la tensión internacional por la invasión rusa de Ucrania, otro de los datos más esperados de este año era el de los gastos militares, que subirán un 7,1 por ciento hasta los 1,45 billones de yuanes (210.000 millones de euros). Se trata de un incremento tres décimas superior al del año pasado y cinco con respecto a 2020, cuando experimentaron su menor subida desde 1989 mermados por el impacto del coronavirus.
Desde 2016, China mantiene un aumento de un solo dígito del presupuesto militar, lejos de las subidas de hasta el 18 por ciento registradas hace más de una década. Oficialmente, la partida en defensa representa solo un 1,77 por ciento del PIB, por debajo de Estados Unidos (3,74 por ciento). Pero numerosos expertos sospechan que los gastos militares de China son hasta un 40 o 50 por ciento mayores porque estas cifras no incluyen programas clave como el tecnológico o el espacial.
En su alocución, el primer ministro llamó al Ejército Popular de Liberación a «profundizar en la preparación para el combate». En este escenario cada vez más revuelto y con una Rusia aislada por las sanciones de Occidente, Pekín tiene abiertos numerosos frentes con sus vecinos, que van desde la reclamación de Taiwán hasta las disputas territoriales con Japón, la India y en el mar del Sur de China.
A la espera de que Pekín aclare su ambigüedad diplomática sobre la guerra de Ucrania, hay quien incluso teme que copie el ejemplo de Putin para conquistar la isla de Taiwán.
«Avanzaremos en el crecimiento pacífico de las relaciones a ambos lados del Estrecho y la reunificación de China», prometió Li. Pero una invasión parece poco probable a la vista de la unánime condena internacional contra Rusia y el aislamiento que persigue asfixiar su economía. Además, el presidente Xi Jinping tiene en otoño el XX Congreso del Partido Comunista, en el que se perpetuará en el poder, y lo último que le interesa ahora es más inestabilidad aparte de la que ya provoca la guerra.