En las últimas semanas, los viajeros que cruzan la frontera desde Venezuela hacia Colombia se han visto afectados por el colapso en el servicio de sellado de pasaportes en las oficinas del Saime, en la Aduana Principal de San Antonio, al pie del Puente Internacional Simón Bolívar.
La Plaza de la Confraternidad, construida como símbolo de la hermandad cultural y la vecindad geográfica entre Colombia y Venezuela, se ha convertido en lugar de una larga espera para quienes aguardan el sellado del documento que les permitirá migrar de Venezuela hacia Colombia u otros países, en busca de mejores oportunidades de vida.
Jóvenes que viajan solos, familias enteras cargadas de maletas e incluso hasta con sus mascotas, adultos mayores, niños, hombres, mujeres, forman parte de la diversidad de estos viajeros. Junto a la fila que se torna interminable, decenas de “gestores” ofrecen sus servicios para agilizar un trámite que en teoría debería ser además de expedito, completamente gratuito.
Muchos viajeros se quejaban, ninguno accedió a dar su nombre, todos temían ser víctimas -tarde o temprano- de alguna represalia. Denunciaban los tiempos de espera cada vez más largos, -algunos llevaban hasta tres días pernoctando en la plaza-, la ineficiencia del servicio, pues aseguraron que las constantes “caídas del sistema” por cortes de energía eléctrica o fallas en el servicio de datos de internet, impedían la fluidez del proceso.
*Mayra relató que llevaba tres días durmiendo en la Avenida Venezuela con sus maletas, pues en la noche los guardias desalojan la Plaza y en la madrugada, al abrir la frontera, todos se ven empujados en una frenética carrera por intentar quedar en los primeros puestos de la fila. Ella viajaba a Chile, pero aún tenía más de 100 personas por delante, “no hay sistema de números, no hay listas, la misma gente tiene que organizarse para tratar de que haya algo de orden, no hay explicación por los retrasos, solo corren rumores sobre las caídas del sistema, o la gente se da cuenta de que se va la luz, esto es un infierno”, dijo.
“No hay sistema pero si hay sello”, interrumpió *William, ubicado un poco más atrás en la fila. “si pagas entre 50 y 100 dólares te ponen el sello aunque no haya sistema”, comentó. Otros confirmaron su versión y aseguraron que algunos de quienes les acompañaban en la fila optaron por pagar, por cuanto tenían boletos aéreos y corrían el riesgo de perder sus vuelos. “No pago, no tengo ese dinero, apenas algunos pesos para subsistir los primeros días”, comentó *William, al señalar que busca llegar a casa de unos familiares, en Medellín, para trabajar con ellos en confecciones.
“En la frontera es más fácil pasar por una trocha que sellar el pasaporte legalmente para salir de Venezuela”, dijo *Felipe, un comerciante de 65 años quien comentó que “el que necesita sellar porque viaja, debe sufrir el drama del Saime, a menos que pague en dólares; pero el que quiera pasar de forma ilegal solo necesita $20.000”, sonrió y agregó que por esa suma” un muchacho es capaz de cargarte en la espalda y llevar tu maleta en la mano mientras cruza el río Táchira en tan solo 10 minutos”.
*Marcos, un “gestor”, cobraba 40 dólares por el trámite, dijo tener contactos internos que sellaban los pasaportes en el Saime, no dio muchas explicaciones, solo dijo que de los 40 de la tarifa, 30 son para los funcionarios y 10 para él. “De ahí comemos todos, usted sabe cómo es”. El acceso a los funcionarios del Saime resultó imposible, mientras que algunos militares, al ser interrogados, se encogieron de hombros y comentaron que “el sistema está lento”. Nada oficial, no están autorizados.
*Nombres cambiados para proteger la identidad