El principio es indiscutible: la gente no debería ser juzgada por el color de su piel. Pero una simple proclama puede servir para una cosa y su contraria. Por ejemplo, ¿puede alguien racista defender la igualdad? Ese principio es el punto de partida de la demanda del grupo Estudiantes por Admisiones Justas contra la Universidad de Harvard. Aseguran que a la comunidad de asiáticosamericanos le perjudican las políticas de discriminación positiva que aplica la universidad en sus admisiones y que Estados Unidos ha ido articulando desde tiempos de Kennedy para combatir las desigualdades del país.
Pero la administración Trump está deshaciendo toda ley y directiva en ese sentido, y personajes como Edward Blum aprovechan el viento favorable. Blum, viejo conocido de todo tipo de iniciativas contrarias a la discriminación positiva -incluida la Ley del Derecho del Voto de 1965, logro del movimiento por los derechos civiles-, está detrás de esta demanda. Que solo sirva el currículo académico, advierten organizaciones académicas, favorece a la mayoría blanca.
La situación es paradójica, porque enfrenta a minorías con intereses comunes. «La cuestión de cómo se posicionan en relación con los negros es una cuestión muy seria e importante que los asiáticos-americanos no han abordado», afirmaba a «The New York Times» la profesora de Estudios Asiático-Americanos de la Universidad de California, Claire Jean Kim. «En general, los asiáticos tienen ventajas por el hecho de no ser negros».
Los datos de admisión de minorías en Harvard señalan que el 23% de matriculados son asiáticosamericanos (sube un 6% desde 2009), un 16%, negros, y un 12%, latinos. Sin cuotas, dicen los demandantes, los primeros serían el 40%.
En opinión del departamento que dirige Jeff Sessions, «Harvard no ha logrado demostrar que no discrime de forma ilegal a los asiáticosamericanos». La administración Trump aspira a que este proceso acabe llegando al Supremo. La Casa Blanca busca darle la estocada a la discriminación positiva de Kennedy