PARA NADIE ES UN SECREto que el ambiente en Venezuela es un polvorín político y social que puede estallar con la más mínima chispa. Como si el ambiente no fuera lo suficientemente volátil la semana pasada la tensión aumentó por cuenta de un nuevo y muy peligroso protagonista: mercenarios.
Desde Moscú, y citando diferentes fuentes, la agencia Reuters reveló que hace pocos días 400 exsoldados rusos llegaron a territorio venezolano en vuelos comerciales. Su misión consistiría en proteger al presidente Nicolás Maduro y garantizar su permanencia en el poder en medio de la grave crisis que atraviesa. No se trata de un asunto menor.
Los 400 mercenarios hacen parte de una compañía llamada grupo Wagner, creada hace solo cinco años por Dmitriy Valeryevich Utkin, un exoficial de origen ucraniano que trabajó en el servicio de inteligencia militar (GRU). Los rusos lo conocen por su cercanía al presidente Vladimir Putin, quien incluso lo ha condecorado varias veces. De hecho múltiples informes de periódicos y de agencias privadas y estatales señalan repetidamente a Wagner de ser la fachada para esconder las actividades non sanctas de los llamados soldados secretos de Putin.
Aunque el Kremlin siempre ha negado cualquier relación con ellos y sus actividades, Wagner tiene una de sus sedes en la base de una brigada de fuerzas especiales del GRU, en la región de Krasnodar al sur de Rusia.
Los servicios de inteligencia occidentales señalan a Wagner de ser un grupo de mercenarios a sueldo, que van a diferentes lugares del planeta a defender los intereses de Moscú y sus aliados. Bloomberg estima que en sus filas tienen cerca de 6000 exsoldados que abandonaron la milicia para ganar sueldos que rondan los 3.000 dólares mensuales.
Estos mercenarios han prestado sus servicios en los lugares más convulsionados del mundo. Desde 2015 participan en las fuerzas que apoyan el régimen de Bashar al Assad en Siria. Estuvieron involucrados en polémicas operaciones en Ucrania y Sudán; y 150 de sus hombres hacen parte de la guardia de Faustin-Archange Touadéra, presidente de la República Centroafricana. En este, uno de los estados más pobres de ese continente, los rusos tienen intereses en explotación minera.
En Rusia oficialmente la figura del mercenario está prohibida y supuestamente combatir en el exterior en estos ejércitos privados contempla penas de cárcel. Sin embargo, hay otra realidad fuera de sus fronteras y las actividades que realiza Wagner para el gobierno de Putin no son un secreto.
Las agencias de inteligencia rusas han incrementado la presencia de sus espías en varios países en los últimos años. Pero lo que ocurrió la semana pasada en Venezuela no tiene antecedentes en el hemisferio occidental. Por primera vez un contingente tan numeroso de mercenarios rusos hace presencia en la región.
En diversas oportunidades Putin ha manifestado públicamente su respaldo a Maduro y su régimen en Venezuela, país al que Rusia le ha prestado miles de millones de dólares. Ahora, ante el progresivo deterioro del régimen chavista y su pérdida de respaldo, el mandatario ruso parecería haber entrado en una etapa que va más allá de los discursos y que sin duda comporta graves peligros.
Los exsoldados de Wagner actúan como fuerzas paramilitares sin dios ni ley. Como supuestamente son contratistas privados sus acciones no comprometen oficialmente a gobierno alguno, ni responden ante estados, ONG u organismos multilaterales. Por esto, entre muchas otras cosas, la noticia de los mercenarios que aterrizaron en Venezuela resulta altamente preocupante.