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Dos venezolanos que buscando porvenir encontraron infortunio

Drama. Una joven y su primo fueron víctimas de trata en República Dominicana: ella en el plano sexual y él en lo laboral. Ambos recobraron su libertad poco tiempo después, pero aun no se reponen de la triste experiencia.

  • Listin Diario
  • 30 May 2019
  • MARTA QUÉLIZ martha.quelizd@listindiario.com Santo Domingo

“Cuando comenzaron los problemas en Venezuela, mi primo y yo decidimos venir para acá. No conocíamos a nadie, y con lo poco que trajimos, buscamos una pieza, pues, como dicen ustedes. Ahí apechurraditos, duramos como dos meses…”, detiene el relato una venezolana que decidió contar su historia, pero que al parecer no tenía previsto cómo contener el llanto.

Hubo que esperar unos cinco minutos. “Disculpa, es que no fue fácil, gracias a Dios no fue por mucho tiempo, pero pareció una eternidad. Guao, fue fuerte lo que vivimos”, sacude la cabeza como si ello le pudiera ayudar a despojarse de los tristes recuerdos.

“Te lo voy a contar rapidito. Resulta que un día mi primo conoció a una persona y nos ofreció trabajo a los dos. ¡Era lo mejor que nos podía pasar! Al menos eso pensamos. El primer día, todo muy bien. A él lo pusieron a servir y a mí ayudar con las órdenes, tomando las órdenes de las bebidas, quiero decir. Muy bien, hasta propinas nos dieron, y nos fuimos para nuestra cueva”. En ese momento sonríe por el nombre que le tenía a su pequeña vivienda.

Es el prototipo de la mujer venezolana: muy bonita, y muy simpática. Algo triste, sí, pero cada vez que pudo, dejaba escapar una sonrisa. “Después, al segundo día, todo igual. Yo veía cosas raras, pero como no era conmigo ni con mi primo, lo dejaba pasar. Queríamos trabajar para mantenernos”, dice mientras acaricia un mechón de su pelo claro que bordeaba su oreja izquierda.

La gran verdad

“Te cuento que al tercer día, ya el asunto se estaba tornando más raro. Nos dijeron que como no teníamos papeles, debíamos entregarles el pasaporte para cuando las autoridades les preguntaran por nosotros decirles que ellos nos estaban ayudando con la residencia. Dios mío, yo nunca había sido tan estúpida”, dos lágrimas bañaron su rostro y ocultaron la sonrisa que minutos antes ofrecía.

Prosigue, y mientras iba hablando tomaba fuerzas para continuar con la historia que aseguró, contaría “rapidito”. “El caso es que a mí me hicieron prostituirme, es decir, fui víctima de trata en el plano sexual, y a mi primo lo explotaron en lo laboral. Tenía que trabajar hasta 16 horas. Un verdadero crimen”. Ahora es la rabia la protagonista. Unos ojos abiertos hasta más no poder y un semblante que hablaba de lo que sentía por dentro alertaron sobre su dolor. Duraron como un mes y medio secuestrados en el lugar y sin poder comunicarse ni con su familia ni con la dueña de la casa donde residían. “Cada día era peor. Había que aguantar hombres malolientes, maleducados, sinvergüenzas, de todo. Ah, y sin un peso, porque esas personas eran nuestros ‘ administradores’ según nos decían”.

“No tiene nombre”

No quiso decir a qué se dedica, tampoco ofreció muchos detalles de su nueva vida, pero dejó claro una cosa: “Aquí hay muchos casos de trata de personas. Hay niños, adolescentes, muchas mujeres y hasta hombres, como mi primo, que están siendo víctimas de trata. Y te lo digo porque lo que nos hicieron a nosotros, no tiene nombre”. Lo enfatiza.

No quiere opinar mucho porque este no es su país. Eso lo dejó saber mientras cruzaba las piernas y se cuidaba de que el vestido blanco que llevaba estuviera bien puesto. “Claro, he notado que las autoridades se preocupan por perseguir a quienes se dedican a esta práctica, y sé que hay muchos organismos nacionales e internacionales que dan respuesta a este problema”, comenta con propiedad.

Sin embargo, lamenta que ella y su primo hayan sido víctimas de un grupo de maleantes que empañan, lo que ella llama, el buen nombre de los dominicanos. “Cada vez que tenía que acostarme con alguien en contra de mi voluntad, solo pedía a Dios su clemencia”, llora y rápido se seca las lágrimas. Su primo no podía hacer nada. No los dejaban verse con regularidad. A él lo mantenían ocupado con el trabajo forzado, y a ella atendiendo a los clientes que iban hasta por la mañana. “Era un infierno”, hace gesto de repulsión y pide excusa.

El equipo de LISTÍN DIARIO respeta cada una de sus intervenciones. Es su historia. “No me preguntes por favor cómo salimos. El caso es que gracias a la virgencita Chiquinquirá, pudimos recobrar nuestra libertad”, en este momento lo informa con un gran suspiro. “Espero que los países acaben con esto. Es difícil, pero no imposible, aunque por ahora, yo lo que más deseo, es volver a mi patria”, termina llorando.

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