El reloj se ha parado en Venezuela. Hace dos meses Juan Guaidó autoproclamó sus funciones de presidente «encargado». Tras la amenaza de Donald Trump de mantener todas las opciones abiertas, incluida una intervención militar, el rechazo de la UE a Nicolás Maduro y el reconocimiento de Guaidó, ¿ahora qué? Porque los camiones con alimentos y medicinas pagados por EEUU ni llegaron a cruzar la frontera y en un nuevo pulso el Gobierno de Maduro arrestó la semana pasada a Roberto Marrero, mano derecha de Guaidó. Tal vez porque arrestar al líder hubiera sido la excusa para una internal vención extranjera, este movimiento en el tablero muestra al mismo tiempo la debilidad del Gobierno y también quién ostenta el poder.
¿Ahora qué? Esa es la pregunta. Porque por un lado no parece muy viable que la comunidad internaciodad dé marcha atrás después de haber ido tan deprisa, pero tras las sanciones al petróleo y ahora a los bancos, tampoco parece que quede mucho más margen de maniobra. Una escalada requiere el recurso a los militares. Pero en el mapa venezolano las armas solo están en el lado de la élite chavista que controla el poder y sin intervención exterior la amenaza de la violencia no va a depender de la oposición sino del Gobierno.
La esperanza de Guaidó era partir el Ejército en la misma proporción en la que ya esta dividida la sociedad venezolana. Anunció una amnistía para todos los militares que desertaran y aunque ha habido centenares de soldados que han cruzado la frontera hacia Colombia, entre los de alto rango las deserciones no llegan. O el Ejército no está viendo lo que ocurre en la calle o tienen miedo a una transición que acaben pagando. La cuestión es que por ahí tampoco avanza el proyecto de cambio que anhela una mayoría de venezolanos.
Puede ser cuestión de tiempo pero, aunque Maduro puede parecer estar contra las cuerdas, el tiempo de momento es lo único que está jugando a su favor. Mientras la economía se hunde y la presión diplomática aprieta, nada hace pensar en un desenlace rápido de la situación, tampoco nada hace pensar en un desenlace pacífico. Cuando la comunidad internacional empezó a poner cerco, un asesor de Trump sugirió que no haría falta intervenir y que, con los acontecimientos sucediéndose en cascada, Maduro acabaría buscando resguardo en su isla prefe-
rida del Caribe. Pero el mandatario sigue gobernando una Venezuela apocalíptica. Es ahí donde choca la hoja de ruta de la Asamblea Nacional, el órgano donde se concentra la oposición. El plan propone acabar con la ocupación por Maduro y sus ministros del Palacio de Miraflores, crear un Gobierno amplio de transición y convocar elecciones libres.
Como el papel, los discursos lo aguantan todo, el obstáculo, no obstante, no es menor: ¿cómo sacar a
Maduro? Guaidó tenía un plan que ahora parece estancado mientras el tiempo avanza sin que sepamos muy bien cuánto más podrá hacer como presidente encargado. ☰