“De Margarita solo queda el mar; el garita también se fue”, bromea José Bermúdez, taxista desde hace más de 20 años en la paradisíaca isla venezolana, que hasta hace unos años era uno de los principales destinos turísticos del Caribe. Es miércoles, uno de los días en que el aeropuerto internacional tiene más movimiento, con siete vuelos. “Cuando comencé a trabajar, en temporada alta el supervisor de la línea nos decía a las cinco de la tarde que nos quedáramos porque a esa hora todavía faltaban 26 vuelos por llegar”, recuerda el taxista, de 46 años. Ahora “hay cuatro líneas de taxis y decidimos que dos trabajan un día y dos otro, para que todos tengan chance de llevar pasajeros”, agrega.
Este agosto ha sido el más pobre en la isla en mucho tiempo. La grave crisis económica ha dado un fuerte coletazo al principal destino turístico de Venezuela. Según la Cámara de Comercio local, en el último año solo han recibido la visita de 380.000 turistas, alrededor del 10% del pico que vivió en 2012, hace apenas seis años, cuando 3,2 millones visitaron la isla, que cuenta con poco menos de medio millón de habitantes y 20.000 camas de hotel.
La crisis ha empujado a las aerolíneas a reducir o cerrar operaciones por la imposibilidad de adquirir divisas para costear el funcionamiento. La reducción de la conectividad es una de las situaciones que más afecta a la isla. Colombia, Brasil y Trinidad y Tobago son los puntos desde donde se puede llegar directamente y para el extranjero el diferencial cambiario hace muy barato el viaje, pero son pocos los vuelos. La colombiana Liliana Obregón visitó por primera vez Margarita este agosto y pasó cinco días allí con apenas 500 dólares, una quincena de su sueldo como asistente administrativa. “Todo me parece baratísimo acá, pero lo que me llama la atención es ver tanta comida en los hoteles y tanta hambre en la calle”, afirma.
Llegar en barco es un suplicio. Conferry, la principal empresa naviera expropiada por el Gobierno hace siete años, solo tiene dos barcos operativos. El último mes dos enormes y oxidadas embarcaciones de la flota se hundieron con parsimonia en el muelle de la compañía, en una de las trágicas escenas de la Venezuela de hoy.
“Es la temporada más deprimida que hemos tenido, la realidad es evidente. Si el 90% de los ingresos de los venezolanos se va en comida, ¿quién va a estar haciendo turismo? Pero el potencial que tenemos es enorme. Hace 12 años no teníamos infraestructura y teníamos los turistas, ahora tenemos la capacidad y no tenemos quién venga”, dice Eduard Noguera, presidente de la Cámara de Comercio del Estado de Nueva Esparta, que incluye a la isla.
La desolación se hace más evidente en el casco urbano de Margarita. Porlamar, la antigua zona comercial, luce como un pueblo fantasma. Luis Hernández es vigilante de la única tienda abierta en varias cuadras, una conocida boutique que vende camisas guayaberas. Sentado en la silla, alza el brazo para señalar los negocios vecinos que fueron cerrando los últimos meses. Mohamed Ayub, encargado del negocio familiar, se asoma ante la visita de extraños y cuenta los tiempos en que se hacía cola para entrar al local y los visitaban embajadores. “A cada país le toca su crisis, nos toca aguantar”, se lamenta.
En la que años atrás era la congestionada avenida Santiago Mariño, del centro de Margarita, Leoagnis Maestre, de 33 años y muy cerca de dar a luz, lleva tres semanas sin abrir la caja registradora. Está encargada de una tienda de ropa cuyas vitrinas están tapadas por anuncios que ofrecen maniquíes, equipos y mobiliario de otra tienda cercana que cerró. “La mayoría están cerrados y los que quedan abiertos es mientras liquidan lo que les queda. Para muchos sale más barato quedarse en casa y esperar el bono del Gobierno que trabajar”, dice la mujer que por su embarazo se salvó de la reducción de personal que hubo en el negocio después de las medidas económicas de Nicolás Maduro.
Elefantes blancos
Noguera señala que de 400.000 metros cuadrados de comercios que hay en toda la isla, apenas el 30% está operativo. Gran parte de la debacle del centro de Margarita viene gestándose hace años. La construcción de grandes centros comerciales mudó la actividad a otras zonas. Pero hoy esas moles quedaron fuera de servicio ante la falta de visitantes. Enormes estacionamientos y amplios pasillos vacíos. Por lo menos dos grandes hoteles han cerrado en los últimos meses. Y los habitantes de la isla padecen la desolación con menos ingresos que se diluyen pronto en un lugar donde todo cuesta más. “Hemos retrocedido como 60 años. Ahora vemos niños desnudos y comiendo en la basura”, dice Ramón Luna, que tiene una fundación que reparte arepas a los niños más pobres de la isla.
El caos que han generado las recientes medidas económicas del Gobierno ha agregado más incertidumbre en la isla. “En nueva Esparta estamos convencidos de que podemos salir adelante, la noticia de esa posible libre convertibilidad de la moneda, si no tiene letras pequeñas, nos alienta. Eso permitiría reponer inventarios. Nos preocupa lo de los pasivos laborales con el nuevo aumento del salario, que para hoteles que tienen mucho personal es un duro golpe. Pese a todo estamos preparados para cuando esto pase”, asegura Noguera.
“Es la temporada más deprimida”, dice el presidente de la Cámara de Comercio
“Hemos retrocedido como 60 años”, se lamenta un residente