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“Es un error creer que Trump está interesado en intervenir en la política latinoamericana”

Victor Davis Hanson. Profesor de la Universidad de Stanford, EE.UU.

  • Clarín
  • 2 Jun 2019
  • Especial para Clarín Mariano Turzi

Victor Davis Hanson es un académico y no conoce personalmente a Trump, no busca un trabajo en la Casa Blanca, ni siquiera vive en Washington DC. Es profesor de Antigüedad Clásica e Historia Militar. ¿Qué lleva a un estudioso del mundo greco-romano a abordar la espinosa política contemporánea norteamericana? Su perspectiva es tan inteligente como diferente. Un conservador clásico que no es de la derecha radical y un intelectual crítico agudo de las élites. Un tábano socrático tan punzante como necesario para comprender tiempos inciertos.

Su libro se titula “A favor de Trump”; pero en realidad es a favor del votante de Trump. ¿Qué captó Trump sobre la política y sociedad norteamericanas?

Sí, el libro está dedicado a los “deplorables“: Trump comprendió que la mitad del país ubicada en el interior conservador de los estados claves del Colegio Electoral perdió con la globalización. A ellos no les interesa la “agenda boutique” de fronteras abiertas con México, de mano de obra barata importada, de intervenciones armadas en Medio Oriente o de aceptación pasiva de las prácticas comerciales y tecnológicas desleales de China.

¿Hay una grieta entre la cúpula y la base, entre las bases y las élites?

Las élites de las costas desdeñan los mismos valores que crearon su riqueza y estilo de vida privilegiado: aquellos con propiedades amuralladas se oponían a amurallar la frontera. Mientras la clase alta viajaba en avión encarecían los precios de los automóviles de la clase media con exigencias ambientales. Lo que el mundo aprecia de esta élite estadounidense –su orientación más globalista que patriótica o nacionalista, su apoyo a la Unión Europea, su postura de apaciguamiento frente a países como Irán y China- no era apreciado por esta mayoría silenciosa.

¿Y podría volver a ocurrir en 2020?

Extrañamente, a ninguno de los supuestos genios políticos les importaba por qué o cómo se desencantó la mitad del país. Se dedicaron –se dedican aún- a tildarlos de racistas, homófobos, nativistas, intolerantes, sexistas o tradicionalistas retrógrados. Y eso fue contraproducente en las elecciones. La élite continúa inconmovible a los cambios sociales, el Partido Demócrata ha girado aún más a la izquierda y la derecha establecida de los “nunca Trump”, no han aprendido nada.

¿Ve en los Estados Unidos de hoy alguna semejanza con la Roma antigua? (con qué período?)

En la época de Nerón -alrededor del año 60 antes de Cristo- Petronio escribió El Satiricón. La transición social y política del republicanismo local tradicional al imperialismo global es aterradora. Nuestra cultura globalizada en las costas Este y Oeste es similar a la de las costas internacionalizadas del Mediterráneo romano. El descuido de nuestro interior es análogo a la olvidada estructura de

pequeños propietarios que construyó la Roma republicana. Petronio fue un genio que vio estas paradojas, la yuxtaposición de poder y riqueza que conduce al progreso material y al retroceso ético. La riqueza, el ocio, y el hedonismo de nuestros grandes centros urbanos ha resultado en una espléndida decadencia. En Estados Unidos hay un odio patológico de las elites hacia los valores y costumbres tradicionales.

¿Qué visión del mundo tiene el Presidente Trump?

Donald Trump heredó un mundo superficialmente estable de Barack Obama que, de hecho, era bastante volátil. Para Trump cada país debe vivir a su manera. Los Estados Unidos también. Pero cada país debe utilizar sus recursos para sostener su propio credo. No hay retracción ni abandono, declinación ni aislamiento. Su postura es jacksonianismo (nacionalismo asertivo) disuasivo: no hay mejor amigo de los Estados Unidos que los Estados Unidos ni hay peor enemigo de los Estados Unidos que los Estados Unidos. Sin una economía fuerte (2.9% en 2018, el más alto desde 2015) y un desempleo bajo (3.6% en mayo de 2019, el más bajo desde 1969), el poder de Estados Unidos se debilita tanto en lo militar como en lo político. Y los desafíos de nuestra política exterior se alivian: se reduce la dependencia del petróleo de Medio Oriente, no hay por qué escuchar a una UE anémica y esclerótica y se anula el miedo al supuesto gigante chino. Por ello saldrá ganando de la guerra comercial.

¿Qué lugar pretende para Estados Unidos en el mundo hoy Trump frente a potencias como China y Rusia?

Todo el mundo sabe que China es un actor que sistemáticamente ha roto las reglas comerciales y se ha vuelto un “matón global”, neoimperialista y neocolonialista. Trump está convencido de que China no gobernará el mundo ya que los Estados Unidos tienen ventajas naturales como universidades superiores, capitalismo desarrollado, mayor productividad en el trabajo, enormes reservas de energía, capacidad de producción de alimentos y un gobierno basado en el consenso. El Presidente es un pragmático no limitado por una ortodoxia del libre mercado si resulta en un comercio “libre” pero injusto o perjudicial a los intereses de Estados Unidos. Trump es un realista con una estrategia de triangulación para negociar: con Rusia contra China y viceversa. Es fundamental para él que tanto Beijing como Moscú tengan mejores relaciones con Washington de las que puedan llegar a tener entre ellos.

¿Cómo ve la relación entre los Estados Unidos y América Latina en la era de Trump?

Es erróneo creer que Trump busca activamente socavar la ola de la nueva izquierda latinoamericana. Él llegó a la presidencia con la creencia de que el centro político –tanto en el mundo como en América Latina- está bastante más a la izquierda que él y no tiene interés en modificarlo. Es un jingoísta (nacionalista exaltado partidario de la expansión violenta) extraño, ya que Trump no busca intervenir en los asuntos internos de los países de América Latina. Pero no como resultado de un sentido moral sino porque en su análisis costo-beneficio esas medidas han resultado perjudiciales históricamente a los intereses de Estados Unidos.

¿Y respecto de Venezuela?

Promover un cambio de gobierno en Venezuela crearía un impulso para otros autoritarismos en América Latina. Me imagino que Trump preferiría una América Latina similar a Brasil o a Chile, en términos políticos, pero no al punto de aumentar su compromiso e involucramiento interfiriendo o interviniendo. Además, Trump ve la importación de trabajo inmigrante como un ataque a la soberanía. Las fronteras seguras son un tema de seguridad nacional a la vez que de prosperidad económica para las clases trabajadoras. ■

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