Aun año y ocho meses de que Juan Guaidó se proclamara Presidente encargado de Venezuela, la oposición ha sido incapaz de mantenerse unida y la posición de Nicolás Maduro, en lugar de debilitarse, parece haberse reforzado. La reciente liberación de 110 presos políticos y la posterior decisión del exgobernador Henrique Capriles de participar en las elecciones legislativas del 6 de diciembre próximo, volvieron a dejar en evidencia las grietas que dividen a ese sector y que son funcionales al régimen.
Si bien los hechos demuestran que los mayores logros alcanzados por la oposición en los últimos 20 años se dieron cuando estaba unida en torno a la Mesa de la Unidad Democrática, esa no ha sido la tónica. Ya sea por los abusos de poder del régimen o por la actitud de los propios líderes del sector –movidos muchas veces por ambiciones personales y no por proyectos colectivos- el sector ha convivido con severas divisiones que han debilitado su capacidad de acción. Hoy hay 27 partidos opositores. La decisión del excandidato presidencial opositor se suma a esta larga historia de estrategias fallidas.
Es innegable que las promesas hechas por Guaidó en enero de 2019 están lejos de haberse cumplido. En esa ocasión el Presidente encargado alentó las expectativas de los venezolanos de que el fin del régimen de Nicolás Maduro estaba cerca y que la recuperación de la democracia era casi inminente. Sin embargo, el paso de los meses fue minando el apoyo y si bien Guaidó hoy cuenta con el reconocimiento de cerca de 60 países, en la práctica su capacidad de acción al interior de Venezuela es limitada. Una realidad que ha tensionado la relación con sus aliados, como lo revelaron hace unos días las duras críticas de la exdiputada María Corina Machado al Presidente encargado. “(Guaidó) no ha podido o no ha querido cumplir con su tarea de sacar a Nicolás Maduro del poder”, aseguró. Pero sin duda el golpe de gracia lo dio Capriles al anunciar su decisión de participar en los comicios de diciembre. Decisión que se conoció poco después de que se informara la liberación por parte del régimen de 110 dirigentes opositores, lo que despertó suspicacias sobre eventuales compromisos asumidos por Capriles con el gobierno.
Si bien la ineficacia de la gestión de Guaidó ha alimentado el descontento opositor, el camino de la división no contribuye a proteger los intereses de quienes defienden la democracia en Venezuela. La historia demuestra que el chavismo ha usado ese tipo de estrategias para intentar validarse frente a la opinión pública y la situación actual no es distinta. Un proceso que carece de las más mínimas garantías, en un país donde no existe autonomía de las autoridades electorales y la libertad de expresión está conculcada, hace difícil que pueda producir resultados que representen efectivamente el sentir del pueblo venezolano. A ello se suma la abierta intervención del régimen en las directivas de varios partidos opositores y el aumento arbitrario del número de escaños, de 167 a 277. Sumarse a ese proceso electoral solo terminará siendo funcional a Nicolás Maduro, que afectado por años de incompetencia económica y por los devastadores efectos de la pandemia intenta mostrar ahora una cara distinta ante la comunidad internacional.