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Ganar perdiendo

  • El Colombiano
  • 8 Dec 2022
  • SARA JARAMILLO KLINKERT – @sarimillo A los Juanes, que siempre estuvieron ahí.

Este era el año de la pérdida. Perdí mi empresa. Perdí dinero. Perdí estabilidad emocional. También perdí salud, kilos y lágrimas. Me di cuenta de que las cosas materiales son una ilusión. Tienes todo. Cierras los ojos. No tienes nada. ¡Nada! Lo anterior no es poco y, sin embargo, si me preguntaran cuál fue la peor pérdida de todas, diría que, de lejos, lo peor fue perder la confianza en los demás. Era de las que no echaba doble llave, no creía en alarmas, no desconfiaba de nadie, no verificaba la devuelta, no revisaba la tirilla de las compras ni los balances del mes. Las cámaras de seguridad me parecían una solemne tontería. Si descubría alguna inconsistencia jamás se me ocurría pensar que era deliberada. Defendía el derecho humano a equivocarse. Decía que si uno no puede confiar en sus colaboradores más cercanos entonces en quién. La vida era más fácil así. Por años cerré los ojos ante muchos indicios que se pasaban de obvios. Quisiera decir que los abrí y se me vino el mundo encima, pero no, en realidad fue al revés. Me los abrieron a la fuerza cuando ya estaba sepultada bajo los escombros.

«Las serpientes siempre muerden dos veces» dice el refrán. Significa que las desgracias no vienen solas. Por eso la pérdida inicial fue sucedida por otras más. Cuando me cansé de estar triste, un día me paré de la cama, miré alrededor y me di cuenta de lo mucho que necesitaba aquella dosis de caos. Mi vida se había transformado por completo en los últimos tres años y era hora de priorizar, tomar decisiones, dejar ir algunas cosas y tomar conciencia de otras. Bastó entender la lección para que mi vida comenzara a reorganizarse. Todo lo que perdí regresó multiplicado. Recibí el pago de los derechos de autor de mis libros y, mágicamente, el monto correspondía de manera exacta al dinero que había desaparecido. Tuve un brote creativo que me permitió terminar la novela. Gané un premio literario. Se publicó una de mis obras en francés y en árabe. Vendí la empresa. Me salieron tantas clases, talleres, invitaciones y proyectos que pude darme el lujo de elegir. Comprobé con quién contaba en los malos tiempos, porque en los buenos hay mucha gente, pero en los malos solo permanecen aquellos a quienes puedes llamar amigos.

Recuperar la confianza en los otros es lo que más me está costando. Pero me niego a dar por perdida la batalla. Quiero volver a creer en los demás. Quiero andar sin llaves ni candados que pesan entre los bolsillos. Quiero borrarme la mirada de recelo. Quiero dejar de imaginar que la gente es culpable hasta que demuestre lo contrario. Quiero volver a habitar el mundo inocente que solía habitar. Quiero bajar la guardia. Quiero dejar de hacer cuentas. Quiero seguir siendo la misma tonta de antes, especialmente ahora que todos a mi alrededor me alientan a que deje de serlo. Pues no, no quiero. He decidido volver a confiar.

Llegado el momento del balance, solo me queda agradecer porque, sin saberlo, mientras estaba perdiendo, en realidad, estaba ganando.

“Quiero volver a creer en los demás. Quiero andar sin llaves ni candados que pesan entre los bolsillos. Quiero borrarme la mirada de recelo. Quiero volver a habitar el mundo inocente que solía habitar”.

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