El llamado dinero inteligente incluye a los inversores institucionales y a los gestores profesionales, quienes manejan mayor información y cuentan con mejores herramientas de análisis y toma de decisiones que el resto de los inversores. Aunque también se equivocan, suelen obtener una rentabilidad superior a la del conjunto del mercado. El dinero inteligente se distingue por comprar cuando hay miedo y vender en los momentos de mayor optimismo, ignora los grandes titulares y descubre las tendencias cuando están comenzando.
Uno de los índices más famosos para comprender qué está sucediendo últimamente en los mercados bursátiles es el Smart Money Index que tiene en cuenta que los inversores menos experimentados operan en mayor medida al principio de la jornada y los más veteranos lo suelen hacer poco antes del cierre. Este índice ha anticipado los grandes movimientos alcistas y bajistas de las dos últimas décadas y a pesar de que de nuevo se han alcanzado máximos en los principales índices estadounidenses, muestra que el dinero inteligente se ha alejado de la Bolsa desde comienzos de año. En estos meses en los que los índices se mueven de forma lateral hay quienes están aprovechando para deshacer posiciones en renta variable americana de forma lenta y continuada.
Si los grandes inversores y gestores han comenzado a abandonar la renta variable de Estados Unidos cabe preguntarse dónde están desplazando sus inversiones. El resto de economías desarrolladas muestra una menor fortaleza así que no se aprecia un flujo de inversión relevante hacia regiones como Europa o Japón. Varias economías emergentes se encuentran en una situación comprometida y en países como China existe una alta incertidumbre sobre los efectos a medio plazo de la imposición de medidas arancelarias. El tipo de cambio del dólar con el resto de principales divisas muestra más bien una sobrecompra de dólares, por lo que si el dinero inteligente está saliendo de la renta variable se debe estar invirtiendo en otros activos denominados en dólares.
En un contexto de subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal, la renta fija no parece una opción interesante, sobre todo teniendo en cuenta la inflación ligeramente por encima del objetivo del 2% que exigirá continuar con el endurecimiento de la política monetaria en ambas orillas del Atlántico.
Si el dinero inteligente se encuentra cada vez más en dólares y deshace posiciones en renta fija y renta variable quedan tres opciones principales: la liquidez, los activos inmobiliarios y las materias primas.
Es poco probable que se opte por la liquidez cuando la inflación está repuntando. El mercado inmobiliario en un gran número de países ha recuperado los precios previos al inicio de la crisis financiera de 2008 y aunque en algunas zonas geográficas como en España podría quedar margen para que la subida continuase, en las principales ciudades de Norteamérica y de la mayoría de los países europeos los precios son altos. Por último, cabe plantearse si son las materias primas a donde se dirige una parte del dinero inteligente que ha comenzado a salir de la Bolsa estadounidense en los últimos meses. El ciclo de Kitchin descrito hace casi un siglo explica cómo en las distintas fases del ciclo económico conviene estar posicionado en distintos tipos de activos, que, simplificando, son deuda pública y privada, acciones y materias primas.
Cada ciclo se divide en etapas en las que la inversión se mueve entre los distintos tipos de activos. La tercera de ellas es en la que los bonos y la Bolsa siguen subiendo como lo hacían previamente, pero las materias primas hacen suelo y comienzan a subir. En las siguientes fases la renta fija y a continuación la Bolsa comienzan a caer mientras que las materias primas siguen subiendo y acumulando cada vez un mayor nivel de atención y de ganancias. Para confirmar que nos encontramos en esta fase del ciclo de Kitchin hay que comprobar si el precio de las materias primas ha dejado de caer. Hay infinidad de materias primas por lo que conviene sintetizar su comportamiento en un índice que recoja las más relevantes de manera ponderada.
Uno de estos índices es el Thomson Reuters CRB Commodity que no solo tiene en cuenta la evolución del petróleo sino también de alimentos, como el cacao, el café, el maíz, la soja, el trigo y el azúcar, o metales como el aluminio, el cobre, el oro y la plata. Este índice cayó casi de forma ininterrumpida desde la primavera de 2011 hasta comienzos de 2016 perdiendo alrededor de la mitad de su valor. Desde entonces ha aumentado alrededor del 25%. Si comparamos el pico del anterior ciclo alcista de materias primas, el final del movimiento bajista y el precio actual, vemos cómo el petróleo pasó de 125 dólares por barril a 35 y ahora cotiza a 80 dólares, la libra de uranio cayó desde más de 70 dólares hasta el entorno de 18 y ahora está en 26, y el contrato de cobre pasó de 4.500 dólares a poco más de 2.000 y en estos momentos su precio es cercano a 2.700.
En definitiva, todo indica que ante el escaso atractivo del resto de activos el dinero inteligente está comenzando a posicionarse en las materias primas, que tras haber caído durante cinco años se encuentran todavía en niveles atractivos y ya han comenzado a subir en un movimiento que previsiblemente durará varios años.
En un contexto de subida de tipos por parte de la Fed, la renta fija no parece una opción interesante