¿Es un traidor? He hecho lo que el partido que fundé me enseñó. Cuando las cosas no van bien, es más importante la gente que los partidos, y hay que abrirse. Es lo que hicimos en las europeas y en las municipales, y lo que nos llevó a las principales alcaldías del país. No hay nadie que pueda discutir que la cosa no iba bien [en Podemos]. La inmensa mayoría de la ciudadanía demócrata y progresista estaba entre desanimada y huérfana. En esos momentos hay que anteponer la capacidad de construir una mayoría nueva a las necesidades de los partidos. Y hay que asumir el precio que eso cueste. Yo lo he asumido.
P. ¿Pero ha tomado esta decisión a espaldas de Podemos o la comunicó previamente?
R. Podemos me enseñó que la comodidad de los partidos va en contra de la posibilidad de reunir a mucha gente. A nadie le puede sorprender esta invitación. Lo llevo diciendo en conversaciones privadas y públicas con dirigentes de Podemos desde hace mucho.
P. Una cosa son los artículos en prensa, o las declaraciones, y otra es plantear estrategias en los órganos internos de los partidos, que es donde se toman las decisiones. ¿Lo hizo?
R. En 2015 defendí que había que aprender que algo se había hecho mejor en la ciudad que en la Comunidad [Carmena sacó mejores resultados que Podemos en las autonómicas]. Todavía no he escuchado una sola razón política que explique que lo que ha sido bueno en Madrid y Barcelona no puede serlo en la Comunidad.
P. Entonces, ¿sus compañeros no le respondieron cuando les hizo su propuesta?
R. Supongo que esa tesis no convencía a todo el mundo.
P. Es decir, le dijeron que no. R. Hay muchas formas de decir que no. Hay una forma que es dejar que el tiempo pase. Hoy la gente demanda recuperar confianza en candidaturas amplias que pongan los intereses de la ciudadanía por delante de las propias siglas y estoy hablando de unas que llevo tatuadas. Queremos una candidatura en la que tiene que caber Podemos, IU y Equo, y mucha gente más.
P. ¿Entre esa gente está Ramón Espinar, que ha dimitido como líder de Podemos en Madrid? Íñigo Errejón, en el café El Parnaso de Madrid, en la tarde del pasado viernes tras la entrevista. El vídeo está colgado en YouTube. Un joven Íñigo Errejón diserta sobre el chavismo. Defiende que ha transformado Venezuela para bien. Y cierra su intervención levantando el puño y diciendo: “Les queremos. ¡Chávez vive, la lucha sigue!”. Años después, ¿se siente identificado el Errejón de hoy con el de ayer?
“No”, contesta rotundo. “A mí me han achacado verdaderas barbaridades que nunca he dicho. Pero es verdad que tengo manifestaciones del pasado que ahora no comparto”, sigue. “La situación en Venezuela ha cambiado mucho. Llevo cinco años haciendo política y hacer política es escuchar a mucha gente diferente, también a gente que te dice que lo estaba pasando fatal en su país, que se ha tenido que ir y que esa experiencia ha sido dura. Y cuando hablas con más gente, escuchas más puntos de vista. Y cambias tus opiniones sobre cosas. Sé que en política no es normal esto. Pero es así”.
Errejón reconoce que ha borrado “muchísimos” tuits de hace “muchísimo tiempo”, entre ellos varios referidos al chavismo. Pide que se convoquen elecciones, reclama una solución que impida el conflicto y evita respaldar al opositor Juan Guaidó como presidente del país. Define como “desastrosa” la situación de Venezuela. Y, sin embargo, hace solo tres meses defendía en una entrevista las bondades de la vida en este país, sumido en la pobreza, roto en dos entre partidarios y detractores de Nicolás Maduro, y convertido en un grifo abierto de emigrantes que luchan por escapar a la hiperinflacción y el caos.
—¿Ha cambiado de opinión porque se acercan las elecciones de mayo?
—Me preguntaron también por eso en España y aclaré desde el principio que la situación en Venezuela me parece un desastre. Y que yo no quiero eso para mi país. En Venezuela, en su momento, se hicieron algunas cosas bien, y también se están haciendo muchas cosas mal. Entiendo el interés no muy responsable de PP y Ciudadanos de intentar jugar con la política internacional para que influya en la política nacional. Pero eso no es lo que más me preocupa. Lo que más me preocupa es que no quiero una situación como la que se vive en Venezuela para mi país o mi región.