Rusia emergió como un actor influyente en la crisis de Venezuela esta semana, cuando Washington acusó a Moscú de convencer al presidente Nicolás Maduro de que no huyera a Cuba.
El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, afirmó que Maduro tenía un avión en pista listo para volar a La Habana, cuando “los rusos le dijeron que debería quedarse”.
Moscú respondió, asegurando que esas afirmaciones eran falsas y acusando a Washington de apoyar un golpe “que no tiene nada que ver con la democracia”, al respaldar al líder opositor Juan Guaidó.
Moscú tiene sus razones para apoyar a Maduro, pues es uno de sus pocos aliados en América Latina y Rusia ha invertido millones en la economía venezolana.
Pero, según los analistas, Vladimir Putin estaría apostando por una estrategia a largo plazo, esperando aprovecharse del caso de Venezuela en su tira y afloja con Washington.
“Rusia busca transformar su influencia en Maduro -que, de hecho, no es absoluta- en una oportunidad de tener un diálogo con Estados Unidos”, declaró a la AFP Tatyana Stanovaya, directora de R.Politik, un gabinete de análisis con sede en París.
Para Rusia, “Maduro es una moneda de cambio”.