El monstruo que desafían se llama impunidad. José Gregorio Pernalete y Elvira Llovera intentan desde hace año y medio desbloquear el proceso judicial del crimen de su hijo Juan Pablo, quién murió asesinado durante unas protestas en contra del Gobierno venezolano el 26 de abril de 2017. Visitan tribunales, oficinas de funcionarios, hablan con abogados, denuncian en la prensa y hasta viajan al exterior.
Juan Pablo tenía 20 años, era aficionado al baloncesto y estudiaba Administración en la Universidad Metropolitana de Caracas. Como otros cientos de manifestantes, se encontraba ese día en una protesta contra el Gobierno de Nicolás Maduro en Altamira, al este de Caracas, la capital, donde recibió un balazo mortal. Su agonía fue grabada y sus padres luchan ahora contra la impunidad de aquellos que provocaron su muerte.
El 98% de las denuncias por violaciones de los derechos humanos de jóvenes manifestantes contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela quedan sin investigar y no llegan a ser juzgadas, según Liliana Ortega, directora del Comité de Familiares de Víctimas. El Ministerio Público reconoce la muerte de 124 personas en las protestas antigubernamentales de 2017.
Días antes de la protesta, el presidente venezolano había consolidado su autoritarismo al apoyar dos sentencias del Tribunal Supremo que lo facultaron para poder legislar; eliminaron la inmunidad de diputados; y suprimieron las funciones de la Asamblea Nacional, controlada entonces por la oposición.
El crimen de Juan Pablo dividió a las autoridades y se ha convertido en todo un símbolo. Ernesto Villegas, entonces ministro de Comunicación e Información, y Néstor Reverol, ministro de Interior y Justicia, defendieron que el joven fue asesinado con una pistola de perno cautivo (un arma de fuego utilizada para matar ganado), versión que fue respaldada por la televisión oficialista y otras personalidades del régimen —entre ellos el vicepresidente, Diosdado Cabello—, quienes eximieron a los militares de cualquier tipo de responsabilidad. Pero la entonces fiscal general, Luisa Ortega —cercana al fallecido Hugo Chávez y exiliada en Colombia por posturas contrarias a Maduro—, les desacreditó.
En mayo, Ortega reunió a varios periodistas para mostrarles un cilindro metálico con forma de bomba lacrimógena y les dijo que un objeto como ese fue el que causó la muerte del joven.
Según las investigaciones de los fiscales, el artefacto fue disparado a poca distancia contra el pecho de Juan Pablo. “Sabemos [la identidad] del grupo del que salió este objeto. Esperamos determinar en los próximos días la persona que disparó”, detalló. Solo la Guardia Nacional Bolivariana reprimía las protestas con esos artefactos.
“Fue una ejecución extrajudicial, no un homicidio calificado como quieren que se piense”, sostiene Waldemar Núñez, abogado del caso. Los defensores de Juan Pablo denunciaron a Maduro, al ministro de Defensa, Vladimir Padrino, y al exjefe de la Guardia Nacional, Antonio Benavides, entre otros. Les acusaron directamente de la muerte de Juan Pablo y también pidieron responsabilidades por perjuicios “morales” por divulgar información falsa sobre el crimen. Pero no hay ningún detenido.
Cuando Ortega huyó de Venezuela se detuvieron las investigaciones respecto a la muerte de Juan Pablo. “Señora Elvira y señor José Pernalete, no descansaré hasta que a Maduro, Padrino, Benavides y demás responsables del asesinato de su hijo les caiga todo el peso de la justicia nacional e internacional. Pronto en Venezuela se acabará la impunidad y aplicaremos la ley”, tuiteó. Defensores de derechos humanos sospechan que muchos de los que allí protestaban fueron asesinados por policías y militares.
El expediente de Juan Pablo, como el de tantos otros venezolanos, reposó durante meses en un cajón de la fiscalía de Caracas hasta que sus padres y su abogado pudieron acceder a él, tras un cambio en la fiscal que llevaba el caso. Pernalete asegura que el Ministerio Público ha pedido datos a la Guardia Nacional sobre el grupo que estuvo en Altamira el día que mataron a su hijo, pero el alto mando militar se niega a colaborar.
Estudiante de enfermería
El asesinato de David Vallenilla, un estudiante de enfermería, fue transmitido por el canal digital VivoPlay. Le disparó un sargento de la Aviación cuando protestaba en la base aérea Generalísimo Francisco de Miranda, al este de Caracas, en junio de 2017. Su padre envió un mensaje a Maduro después de la muerte: “Yo quiero que esto no quede así nada más, Nicolás, por favor. No era malandro, era un estudiante graduado. Hoy entregaba su dinero para el paquete de su graduación. Nicolás, por favor, soy David Vallenilla, fui tu jefe”. Fue su supervisor en el Metro de Caracas y tras décadas sin verlo le rogaba justicia para esclarecer la muerte de su hijo. Su petición es, después de un año, igual que la de los padres de Juan Pablo.
Desde agosto de 2018, EL PAÍS solicita información a la Fiscalía por estos casos y otros relacionados con las protestas antigubernamentales de 2017, pero todavía no ha obtenido respuestas.