Una de las garantías del Govern es la consejera de Acció Exterior, Victòria Alsina, que conoce perfectamente las reglas de oro de la diplomacia y que tomó posición contra Rusia y a favor de la independencia de Ucrania desde el primer momento, pidiendo sanciones contundentes e inmediatas. En las redes sociales incluso puso de manifiesto la perversión del derecho de autodeterminación que hace Putin para encubrir una agresión imperialista. También el president Pere Aragonès ha apoyado la independencia de Ucrania ante el reconocimiento de las regiones del Donbass.
Los sueños húmedos de algunos insensatos que pensaron que Rusia podía ser un aliado en una declaración unilateral de independencia han acabado en seco. Y con pesadillas, tras la reacción de Putin en Ucrania. Entre ellos, Víctor Terradellas,
La consellera Alsina ha advertido que Rusia pervierte el derecho a la autodeterminación
otrora exresponsable de relaciones internacionales de CDC, que figura en el sumario del caso Volhov y que en fecha reciente aún manifestaba en Twitter que había que establecer alianzas con Rusia en busca de una nueva Europa. Lo descubrió el psiquiatra Carlos Castilla del Pino: “El loco no puede incorporarse a la realidad, porque está permanentemente viviendo su fantasía”.
Josep Lluís Alay, hombre de confianza de Carles Puigdemont, también admitió en su día haber viajado a Moscú para reunirse con funcionarios rusos y exagentes de inteligencia, reconociendo que habló de asuntos relacionados con la creación de un futuro Estado independiente en Catalunya, si bien el objetivo del viaje era preparar una posible conferencia de Puigdemont. El diario The New York Times hizo un reportaje donde insinuaba que Rusia veía con simpatía el movimiento independentista por lo que suponía de desestabilización europea.
En cualquier caso, el Ministeri Lliure d’Exteriors del Consell per la República, creado hace diez días, no ha dado señales de vida con respecto a la invasión de Ucrania, pero es evidente que la locura imperialista de Putin resulta un mazazo para quienes creían en su posible complicidad ante cualquier intento de proclamar una declaración unilateral. Y es, además, la demostración de que la diplomacia no admite aficionados.c