A pocas semanas de que concluya su mandato legal como presidente, el 10 de enero, y pretenda continuar en el poder sin pasar por unas elecciones democráticas y limpias, Nicolás Maduro multiplica los gestos para maquillar la creciente presión internacional contra el régimen bolivariano. El último ha sido la llegada a Caracas de una escuadrilla de aviones rusos –entre ellos dos Tupolev Tu-160 capaz de llevar armas nucleares– para participar en unas maniobras conjuntas.
Maduro aprovecha así el interés de Moscú en plantar cara a EE.UU. en el Caribe, geoestratégicamente a tiro de piedra de su viejo adversario norteamericano. «Nos estamos preparando para defender Venezuela hasta el último palmo cuando sea necesario, y eso lo vamos a hacer con nuestros amigos, porque tenemos amigos en el mundo», se jactó el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, al llegar las aeronaves rusas.
El desplazamiento de estos aviones «refleja la voluntad rusa de apoyar a sus aliados, especialmente si su ayuda contraría a los EE.UU.», señala a ABC Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano. Rusia y Venezuela tienen un acuerdo de cooperación que incluye la asistencia militar y en el pasado ya han realizado este tipo de ejercicios de adiestramiento, entre una y dos veces, según las fuentes. Para Venezuela, continúa Arteaga, «el significado estratégico es mayor, porque demuestra a su oposición interna y a sus críticos en el exterior que cuenta con ayuda militar por si se les ocurre intentar un derrocamiento por la fuerza».
El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, reaccionó criticando que «dos gobiernos corruptos» estén «malgastando fondos públicos y reprimiendo la libertad mientras su gente sufre», palabras que el Kremlin tachó de «absolutamente inapropiadas». Fuentes diplomáticas estadounidenses recalcan a ABC que «siguen de cerca» estos movimientos rusos.
Unidos contra Washington
Pero Moscú no es el único socio con el que Maduro trata de mostrar al mundo que goza de un potente respaldo. Su red de alianzas va desde su tradicional apoyo, Cuba, a Irán, China o Turquía, todos unidos por su rivalidad más o menos acusada con Washington.
Teherán ha anunciado el envío de «dos o tres barcos con helicópteros especiales a Venezuela en una misión que podría durar cinco meses». No obstante, la cooperación militar con Irán «es
más declarativa que real», matiza Arteaga. A su juicio, «las declaraciones se tornan más agresivas cuando Irán se siente aislado», algo que sucede ahora con la retirada de EE.UU. del Acuerdo Nuclear de 2015. «La cooperación es más política –con propaganda en español desde el canal HispanTV– o energética –con asistencia técnica– que militar», señala. El anuncio del envío, sin fecha concreta, de un grupo naval aún por construir «parece más dirigido a desinformar a la opinión pública interna e internacional sobre el alcance real de la cooperación militar», asegura.
El caso de China es distinto. El país más poblado del planeta «ha proporcionado a Venezuela unos 62.000 millones de dólares en préstamos respaldados por suministros de petróleo en la última década, más de la mitad de todo lo que ha prestado a América Latina en el mismo período», señala el analista del Real Instituto Elcano. Aunque
Pekín ha denunciado impagos, «su control de la deuda externa de Venezuela (la cuarta parte) le permite ocupar una situación de privilegio, tanto con el régimen de Maduro como con cualquier gobierno posterior que precise legitimación y respaldo internacional». Además, subraya, «ese tipo de acuerdos es poco trasparente y favorece la corrupción», algo que permite a China «captar a miembros del régimen para favorecer sus intereses, incluidos los militares que dirigen parte del sector económico y energético del país». En su opinión, eso explicaría «por qué China se ha convertido en el primer suministrador
de armamento a Venezuela, desplazando a Rusia (ha exportado unos 600 de los 5.500 millones comprados por el régimen militar) y por qué les suministra material de combate (vehículos acorazados) y antidisturbios (control de masas)».
A este juego de amistades se suma Turquía. Su presidente, Recep Tayyip Erdogan, visitó a Maduro en Caracas a principios de mes para estrechar lazos. Ankara ofrece al régimen chavista un alivio frente a las sanciones internacionales y una salida alternativa a Suiza para el oro venezolano. «Turquía tiene una agenda de expansión internacional que se asemeja a la china en África y, ahora, en América Latina», apunta Félix Arteaga. Los acuerdos con Venezuela «tienen intereses fundamentalmente de desarrollo económico y en el plano militar», ya que, indica, «Turquía está interesada en expandir su industria de defensa en el futuro».
Mensaje a los opositores El régimen intenta mostrar que cuenta con ayuda militar ante un intento de derrocamiento por la fuerza