My rabbit for your detergent? Cubans turn to barter as shortages worsen
junio 7, 2020
Indignación en Venezuela después de caballo de carreras robado, asesinado
junio 14, 2020
Show all

MAREA CONTRA EL RACISMO

Miles de manifestantes toman las calles de Washington y marchan sobre la Casa Blanca en protesta por la muerte de George Floyd a manos de un policía, y contra Trump por militarizar el país para contener los disturbios

  • ABC
  • 7 Jun 2020
  • DAVID ALANDETE CORRESPONSAL EN WASHINGTON

Puño en alto y boca tapada para prevenir el contagio de coronavirus, una gigantesca multitud descendió ayer sobre la Casa Blanca en varias manifestaciones que en principio se convocaron para repudiar el racismo, pero que acabaron siendo en realidad un clamoroso rechazo de la presidencia de Donald Trump, quien, ante la peor oleada de disturbios de la historia reciente de Estados Unidos, ha convertido la Casa Blanca y sus calles aledañas en una fortaleza rodeada de barricadas y protegida por antidisturbios y militares.

«George Floyd», gritaba el gentío ante la verja que ahora rodea la residencia del presidente, repitiendo una y otra vez el nombre del hombre de raza negra que el 25 de mayo murió en Mineápolis bajo custodia policial, después de que un agente le hincara su rodilla sobre el cuello durante casi nueve minutos. «¡No puedo respirar!», decían después los manifestantes, repitiendo las últimas palabras de Floyd antes de desmayarse, grabadas en los móviles y difundidas después en redes sociales. La imagen del agente, blanco, con la rodilla en el cuello de Floyd, fue colocada ayer a las puertas mismas de la Casa Blanca por los manifestantes.

Estos bloquearon ayer todo el centro de Washington. Se desparramaron por cinco kilómetros en la calle 16, la que desemboca directamente en la columnata delantera de la Casa Blanca, visible claramente desde la residencia del presidente. Aunque este ha condenado la muerte de Floyd, entre la multitud había poco aprecio por él. «¡Que se joda Donald Trump!» era, de hecho, uno de los lemas más repetidos. Hubo manifestaciones, algunas espontáneas, en todo el país, desde Filadelfia hasta San Francisco, llegando hasta Miami. En total, cientos de miles de personas protestaron en todo el país.

Desde que comenzaron las protestas contra el racismo, hace este domingo 10 días, el Ejército se ha desplegado en las calles de una capital sitiada, algo hasta ahora impensable. Vehículos militares han bloqueado los accesos a la Casa Blanca. Soldados uniformados han cortado las escaleras del monumento a Lincoln. Algunas noches, helicópteros de combate han dispersado a los manifestantes, volando tan bajo que hasta han quebrado ramas de árboles. Ayer esa presencia militar era significativamente menor, aunque aún quedaban algunos soldados cerca de la residencia del presidente.

La militarización de su respuesta a los disturbios ha enfrentado a Trump a las autoridades de Washington, una ciudad que en realidad es un distrito federal y está bajo la supervisión directa del Gobierno central de la nación. La alcaldesa, la demócrata Muriel Bowser, afroamericana como muchos de los manifestantes, le ha exigido a Trump que ordene el repliegue total de

los soldados. Este se ha resistido y ella ha respondido autorizando que en el asfalto de la calle 16, esa que desemboca directamente en la Casa Blanca, se pinten unas gigantescas letras amarillas en las que se lee claramente: «Las vidas negras también importan».

Símbolos nacionales

Cuando cayó la tarde del sábado, al menos seis marchas comenzaron a avanzar en Washington hacia la residencia del presidente desde diversos puntos de la capital, entre ellos los símbolos más importantes de la historia de este país, escenarios de la lucha por la igualdad racial: la Corte Suprema, que primero legitimó y después prohibió la segregación racial; el Capitolio, que aprobó la Ley de Derechos Civiles en 1964; el monumento a Lincoln, el presidente que ganó la guerra al sur confederado y esclavista.

Y aunque en principio estas manifestaciones eran todas para condenar el racismo y pedir medidas para acabar con la brutalidad policial contra las personas de raza negra y otras minorías, pronto se convirtieron en una condena integral a Trump. «Lleva años diciendo que quería construir un muro para que no entraran los inmigrantes, y cuatro años después lo único que ha construido es un muro alrededor de la Casa Blanca», decía a las puertas de esta Sarah Jones, una joven de 28 años de raza negra, camarera en paro por la pandemia, con una pancarta en la que se leía «Bunker Baby».

Así, y con otras variantes con la palabra «búnker», llaman muchos de estos manifestantes a Trump porque el viernes pasado, durante la primera manifestación ante la Casa Blanca, el Servicio Secreto decidió bajarle a él y a su familia al famoso búnker en el que se refugió el vicepresidente Dick Cheney el 11 de septiembre de 2001 durante los atentados terroristas de Al Qaida. Visiblemente molesto, siempre preocupado por su imagen, Trump ha dicho después que sólo bajó al búnker «para inspeccionarlo».

Desde lo alto de las colinas del norte de la ciudad se veía anoche una imponente masa de gente derramada hasta las puertas mismas de la Casa Blanca, con todo tipo de carteles, muchos bailando al son de la música, en ocasiones tocada en directo desde unas camionetas. Muchos de los manifestantes ondeaban banderas estadounidenses invertidas en signo de protesta.

Please follow and like us:

Comments are closed.