La solución a la crisis de Venezuela requiere estrategias innovadoras. México puede y debe llenar ese vacío.
El 1 de diciembre, el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador asumirá su cargo y líderes de alrededor del mundo asistirán a la toma de posesión. Docenas de jefes de estado han sido convocados, pero ninguno ha generado tanta controversia como la invitación del Presidente venezolano, Nicolás Maduro.
La indignación tiene fundamento. Maduro ha reprimido a su propio pueblo, ha generado una crisis económica y se ha mantenido en el poder a través de elecciones fraudulentas. Todo esto ha provocado un éxodo sin precedentes de miles de venezolanos.
Maduro no es un líder democrático, y por lo mismo, la invitación puede enviar un mensaje equivocado sobre el compromiso de López Obrador con los valores democráticos.
Sin embargo, si dejamos la controversia a un lado, la invitación presenta una oportunidad para que el gobierno mexicano ayude a encontrar una solución a la crisis de Venezuela.
Por su posicionamiento político, la administración de López Obrador se encuentra en una situación única. AMLO puede adoptar una posición diplomática que busque una negociación seria entre el gobierno venezolano y su oposición.
Esta no sería una tarea fácil porque, por un lado, el gobierno venezolano ha abusado ya de varias rondas de diálogo y, por el otro, la oposición está profundamente fracturada. De hecho, parece que no existen las condiciones necesarias para llevar a cabo una negociación real, lo que significa que estas condiciones tienen que ser creadas.
Si la administración de AMLO quiere desempeñar un papel productivo en el tema, puede usar su cuerpo diplomático para explorar las posiciones del gobierno y de la oposición. El gobierno mexicano puede aprovechar la invitación a la inauguración como un primer paso para establecer contacto con Maduro y para presionarlo a que inicie un proceso de negociación significativo.
México estaría llenando un vacío preocupante al asumir este papel: la falta de interlocutores imparciales en posición de darle seguimiento a la crisis venezolana. El gobierno mexicano podría unirse a otros países que han tomado una postura más independiente con respecto a Venezuela, como Uruguay y Ecuador.
La Unión Europea (UE) también puede ser un posible aliado. En las últimas semanas, la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, ha dicho que si bien la mediación parece imposible bajo las circunstancias actuales, el bloque está interesado en crear un “grupo de contacto” de gobiernos que puedan facilitar la comunicación y construir una solución política.
Estas iniciativas se necesitan con urgencia. Estados Unidos está abandonando cada vez más la diplomacia y hablando de propuestas extremas, como un embargo petrolero o una intervención militar.
México puede y debe llenar este vacío, y lo puede hacer ejerciendo el músculo diplomático que ha tenido por décadas. La administración de AMLO dice que va a adoptar la “Doctrina Estrada” en su política exterior, la cual tiene dos principios: la no intervención en los asuntos de otros países y el respeto por el derecho a la libre determinación, independientemente de la forma de gobierno. Pero la Doctrina Estrada no debe confundirse con una política de aislamiento o indiferencia.
México ha sido una voz importante en la resolución de disputas internacionales cuando ciertos gobiernos han invocado esta doctrina. Por ejemplo, el gobierno mexicano tuvo un papel vital en la creación del Grupo Contadora en 1983. Este grupo de contacto llevó a cabo importantes iniciativas que ayudaron a finalizar las guerras civiles en El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
En 1992, el gobierno mexicano decidió facilitar conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y los grupos guerrilleros de ese país, organizando un diálogo en Tlaxcala. Aunque este esfuerzo no tuvo éxito, proporcionó una base importante que informó a los procesos de paz posteriores.
La solución a la crisis de Venezuela requiere de estrategias innovadoras. El debate sobre la situación está cada vez más polarizado, lo que sólo contribuye al descenso de Venezuela hacia el autoritarismo.
Durante la campaña, AMLO se presentó como un candidato que estaba interesado en romper las barreras políticas tradicionales para resolver problemas de manera creativa. Este tipo de enfoque también puede ser importante a nivel internacional y, de hecho, hoy en día puede representar la mejor oportunidad para un retorno pacífico a la democracia en Venezuela.