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No para de tocar.

El jazzista celebrará con un concierto sus 79 años de edad. Estudiante de música, como se define, quiere seguir aprendiendo en el país que se niega a abandonar

MANUEL SARDÁ
Weil considera que Venezuela es un país lleno de posibilidades, pero que necesita perdón y trabajo para salir adelante

Gerry Weil celebrará con un concierto en el Centro Cultural BOD sus 79 años de edad. Asegura que no se irá de Venezuela porque es un país lleno de posibilidades. “La mejor medicina en momentos de crisis es la máxima creatividad”, afirmó

Gerry Weil no para de tocar. En su estudio, donde aglutina un universo de objetos de las culturas alemana, japonesa e inglesa, continúa su insistente investigación sobre la obra de Johann Sebastian Bach. “Sin él no tendríamos nada. Mozart lo asimiló de la A a la Z”, afirma. Pronuncia enérgicas onomatopeyas, desliza los dedos en el piano y concibe aquello que lo cautivó en los años cuarenta en Austria, cuando era un niño: el jazz.

No se concentra solo en la música. También disfruta el karate, que practica en un espacio que habilitó en el edificio en el que vive en Sabana Grande, y cuenta en japonés, inglés y alemán los pasos que da para subir las escaleras. “Es muy importante, cuando caminas, tener una fluidez que se conecte con el ritmo de la vida, de la música, del cosmos”, señala y agradece la ayuda que recibió de sus alumnos y admiradores para operarse un tumor en el colon el año pasado.

A su lado está uno de sus hijos, Alexander, que opina que su padre se encuentra en el mejor momento de su carrera, una afirmación que Weil acepta con modestia. “Hago cambios. Continuamente reviso toda mi música para ver si puedo mejorar algo”, dice, y agrega que ahora cuenta con una mayor apertura y madurez musical.

Mañana presentará un concierto en el Centro Cultural BOD. Celebrará los 79 años de edad que cumplió el 11 de agosto y espera ofrecer a los caraqueños una terapia para enfrentar los embates de la crisis. “Quiero regalar piezas como las Variaciones Goldberg, de Bach. Fue escrita para calmar los dolores de un hombre que sufría de una enfermedad agonizante. Y, de hecho, se le quitaban los dolores”.

Weil reconoce que Venezuela, el país que ha escogido como patria, atraviesa por una grave crisis. Y él se ha propuesto, en hora y media, con un piano, el apoyo de su familia y de sus amigos, pasar y hacer pasar un buen rato a sus seguidores. “Nos vamos a meter en una burbuja de amor, poesía, sabiduría y amabilidad”, promete, y luego dice en japonés una frase que repetirá en la presentación: “Ser amable con todo el mundo”.

En el repertorio del recital, en el que Weil entonará poemas y contará la historia de su vida desde que llegó a Venezuela, se encuentran composiciones suyas como la “Suite de jazz” o “El reencuentro”. También entregará versiones de “Blackbird” de Paul McCartney y de “Imagine” de John Lennon. Será el mismo set list que llevará a una gira que realizará por Europa en octubre y que incluirá recitales en París, Viena, Madrid y Barcelona.

“A los 79 años me siento inspirado, quiero aprender y mejorar todo mi trabajo. Soy estudiante de música. No lo digo con falsa humildad, es la verdad”, indica Weil. Asegura que no se irá de Venezuela porque lo considera un país lleno de posibilidades, pero que necesita perdón y trabajo para salir adelante. Algo que no todos están dispuestos a ofrecer. Y enfatiza: “La mejor medicina en momentos de crisis es la máxima creatividad. El continuo gesto de amor en busca de la excelencia”.

Por eso mantiene la costumbre de ir a la playa en autobús los fines de semana. Aunque reconoce que viajar en el Metro de Caracas puede ser incómodo en algunos momentos: “Yo vivo aquí y me toca. Cuando trato de entrar en el último o primer vagón, en los que supuestamente van las personas de mi edad, no puedo tomarme las cosas de manera personal si entran 15 usuarios”.

Por su cabeza no ha pasado la idea de retirarse e insiste en que es un alumno que quiere vivir más de 100 años para poder seguir aprendiendo música. “Yo no le tengo miedo a la muerte. Es algo inevitable, es inherente a la misma existencia. Sí me gustaría cumplir muchos años y disfrutar y componer toda la música posible”.

Y quiere vivir en Caracas, en sus calles, una ciudad cuyos ritmos admira, en especial, el merengue. “Es otra cosa, no se consigue en ninguna parte del planeta. Si buscas ritmo, en Venezuela hay en todos lados, incluso en el hablar. Tenemos unas expresiones muy nuestras”, concluye y se retira de modo acompasado, con el bastón en la mano derecha y sonriendo como siempre.

A mí me dicen maestro, pero en realidad soy un estudiante, un atributo con el que me siento más feliz. Comparto y aprendo con mis alumnos”

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