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Nuestro petróleo de mañana

Alguien pudo preguntarse alguna vez si Venezuela era un país petrolero o simplemente un país con petróleo. Posiblemente sobrarían argumentos para defender lo primero, no solo por el desarrollo petrolero alcanzado en el pasado, por la posición de Pdvsa en su momento como una de las mayores empresas petroleras del mundo, por el empuje del petróleo al crecimiento económico y a la modernización del país y también, por qué no decirlo, por el fenómeno de la dependencia del petróleo y sus consecuencias negativas. Hoy, sin embargo, pesa más el riesgo de reducirse a la condición de país con petróleo, un país con una inmensa riqueza en el subsuelo pero con una producción muy reducida y con una presencia secundaria en el juego energético mundial.

Contrasta, en este punto, la postura de Arabia Saudita anunciando un recorte de 500.000 barriles diarios de producción con la del general Manuel Quevedo, presidente de Pdvsa y ministro de Petróleo y Energía, anunciado un aumento para el próximo año. Ambos anuncios responden a lógicas y perspectivas diferentes. La decisión saudí y su propuesta a la OPEP de reducir 1 millón de barriles diarios apunta, con visión de más largo plazo, a mantener un cierto equilibrio del mercado, atendiendo las voces que ven en el aumento de los precios del petróleo un riesgo para la marcha de las economías. La del general Quevedo, más coyuntural, parece más un reconocimiento tardío de la dramática caída de producción y una voluntarista declaración de intenciones sin sustento en la realidad.

La promesa venezolana de aumentar considerablemente su producción de petróleo el próximo año choca con meses y años de destrucción sistemática de la producción, pero, sobre todo, no parece contar con la terca realidad según la cual las buenas decisiones en este terreno solo son

tales si van acompañadas de una importante inversión y de un sostenido y bien programado trabajo de recuperación, que para el caso de Venezuela pasa por la recuperación de cuadros profesionales, de organización, de infraestructura y, desde luego, de mercados, en un cuadro en el que la OPEP va dejando de ser el actor determinante.

La diferencia entre seguir siendo un país petrolero o simplemente tener petróleo en el subsuelo siempre vino dada por la capacidad para producir y para manejarse en el mercado, más ahora cuando países como Estado Unidos y Rusia han incrementado su producción de petróleo y gas en medida suficiente para voltear la balanza. Guiados por su propia estrategia y su propia agenda económica y política, su peso no deja de crecer, mientras comienzan a surgir voces que se atreven

a anunciar la disolución de la OPEP, posibilidad negada recientemente por el ministro saudí de Energía, pese a que hace solo unos días The Wall

Street Journal informara que Kapsarc, Centro de Investigaciones sobre Petróleo del rey Abdullah, estudia las consecuencias para el mercado petrolero de la posible disolución de la OPEP.

El mañana petrolero de Venezuela, en todo caso, depende menos de la OPEP y más de sus propias fortalezas, de su visión de negocio, de la posibilidad de atraer y comprometer inversiones sólidas sobre la base de reglas de juego claras. Para el futuro más cercano se impone la necesidad de acuerdos como el que se apunta en el documento que vienen analizando expertos, academias, universidades, partidos políticos, y que en materia de hidrocarburos recuerda

la prioridad de maximizar la producción de petróleo y gas garantizando el mayor beneficio para el país, y enfatiza respecto de Pdvsa la necesidad de un proceso de reestructuración y redimensión que permita consolidarla como empresa pública, competitiva, enfocada en el sector de hidrocarburos.

La discusión sobre el futuro del petróleo tiene muchas variantes y puede generar algunas dudas. Sobre lo que no cabe duda alguna, sin embargo, es que para Venezuela nuestro petróleo de mañana no es el que permanece en el subsuelo sino el que sepamos convertir en riqueza. Y eso no se hace sin capacitación, sin inversión, sin trabajo, sin estrategias, sin tecnología, sin profesionalismo, sin sentido gerencial y empresarial. Ese es el camino para no ser simplemente un país con petróleo.

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