firma que «lo que ha ocurrido en Donetsk y Lugansk no es lo mismo que ocurrió con Transnistria porque nosotros estamos frontera con frontera y eso lo cambia todo». Y aunque no ocurriera nada, «Rusia es nuestra vecina y no se irá a ningún lado, entonces no podemos relajarnos y debemos hacer todo lo posible por no cometer errores».
Viktor, oficinista con barba de tres días, se limita a contestar que el reconocimiento por parte de Putin de la independencia de Donbás «es una mierda» y que ya no sabe qué esperar porque cada semana piensa un desenlace diferente del conflicto. Su voz habla por millones de ucranianos con barbas de tres días y mejillas afiladas acezantes. Pero también hay ilusión en la boca de otros tantos millones. Pyotr, un ex combatiente que ahora forma parte de la reserva ucraniana, sorprende con su respuesta sensata y decidida: «Debemos ser fuertes y luego seremos respetados, solo nos falta un sistema antimisiles como el que tiene Israel». Asegura también que «Ucrania es un país con una historia milenaria» y que «varias generaciones ya han crecido como europeos libres, solo tenemos que trabajar duro por nuestro futuro». Su amiga Marta opina lo mismo: «Escuchamos las palabras de nuestro presidente y creemos en un futuro que será bueno para Ucrania». Insiste: «Aunque no venga dentro de cinco o diez años, vendrá».
El enemigo debe arder
Mensajes como, «¡Si el enemigo pone un pie en nuestra tierra, debe arder bajo ella!» o «¡No entres en pánico, prepárate!», han aparecido en las redes ucranianas, que han mostrado en su mayoría un descontento y una indignación parecida a la de Viktor. En los grupos de Telegram se anunciaron nuevas jornadas de entrenamiento civil en la capital y poco después se comunicaba que ya se habían cubierto todas las plazas disponibles. En definitiva, que Ucrania no sabe si se encamina o no al precipicio. Como dijo Pyotr ayer desde Kiev: «Y si hace falta, saltaremos al precipicio, claro que sí».
Territorios controlados por separatistas apoyados por Rusia
PutinPutin anunció el envío de las Fuerzas Armadas de Rusia a Donbás. Este es el primer paso en una estrategia cuidadosamente concebida para lograr la subordinación de Kiev. Estas tropas a las que Putin llama «de mantenimiento de la paz» estarán encargadas de hacerse con el control de los territorios de las repúblicas separatistas en los Oblast de Luganks y Donetsk. Este no es más que el primer paso. El segundo será la multiplicación de campañas de desinformación al público ucraniano con el objetivo de sembrar dudas sobre la legitimidad del Gobierno de Kiev. El tercero consistirá en la organización de «movilizaciones populares» en otras regiones de Ucrania con un alto porcentaje de población rusa, particularmente en Odesa y Mariupol, pero incluyendo a toda la región denominada por algunos en Moscú como «Nueva Rusia» en referencia a las conquistas de Catalina la Grande. Por otro lado, las tropas desplegadas en Bielorrusia con las excusa de la realización de ejercicios militares conjuntos en las últimas semanas no regresarán a sus bases.
Lo que estamos viendo es la aplicación de la doctrina Gerasimov. Vamos a presenciar el uso de toda una serie de tácticas de guerra híbrida diseñadas para desestabilizar al Gobierno de Zelinski como, por ejemplo, el ataque a infraestructuras críticas como la red eléctrica o de telecomunicaciones con ataques cibernéticos. La invasión a gran escala no tiene por qué llegar.
El final de la obra está ya escrito. La capitulación de Kiev se hará para evitar su fuga hacia Occidente, quizás con el desmembramiento de su territorio para formular una nueva realidad de soberanía multinivel subordinada a Moscú. Estamos ante el más claro intento de reordenación del sistema internacional desde la Segunda Guerra Mundial.