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Prosur cambia de bando la integración regional

Esta unión representa un cambio en la cooperación regional que lideró la izquierda en la década anterior.

  • El Colombiano
  • 23 Mar 2019
  • Por JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS

El nuevo grupo, compuesto por Colombia, Chile, Argentina, Ecuador, Perú, Brasil y Paraguay, busca tomar el lugar de Unasur, un experimento de la izquierda debilitado en los últimos años. Estas son las diferencias.

Durante la instalación ayer en Santiago de Chile de la nueva plataforma de integración de los países latinoamericanos, llamada Prosur, Venezuela fue, a la vez, el único ausente y el gran protagonista. Nadie mencionó a este país –sumido en una crisis humanitaria y de legitimidad política–, pero el gobierno de Nicolás Maduro estuvo implícito en cada una de las palabras de los mandatarios.

“Al dar este paso hoy estamos recuperando el sentido de una integración conceptual más que basada en ideologías, basada en principios en la defensa de la democracia”, dijo el presidente colombiano, Iván Duque, uno de los principales impulsores, junto con Chile, del bloque que también incluye a Ecuador, Argentina, Paraguay, Brasil y Perú.

Los firmantes de la declaración conjunta insistieron en diferenciar este espacio de Unasur, su antecesor, que surgió hace una década durante el auge de los gobiernos de izquierda en la región. No obstante, entre los integrantes solo hay coincidencias políticas. Todos tienen en común su desconocimiento de Maduro como presidente legítimo de Venezuela y el reconocimiento como mandatario interino a Juan Guaidó.

Los que quedaron fuera de Prosur son precisamente aquellos que mantienen otras posturas sobre ese tema. Es el caso de Bolivia, que respalda a Maduro y de Uruguay, que propone, junto con México, una salida negociada de la crisis en Venezuela.

Ambos países, aunque invitados a Santiago, se abstu-

vieron de firmar la declaración conjunta. Este hecho, para Patricio Navia, profesor de política latinoamericana de la Universidad de Nueva York, ratifica que Prosur nace con el mismo pecado que las experiencias anteriores de integración: poner la ideología sobre la cooperación regional.

Se mueve el péndulo

Alalc, Aladi, Sela, Mercosur, Alba, Celac son algunas de las siglas de proyectos anteriores de cooperación latinoamericana. Desde la década de 1960 ha habido al menos una decena de proyectos abandonados o debilitados unos años después.

Una de las razones de esta falta de continuidad, además de las transiciones de poder en la región, es el contexto económico. Como explica Christoph Saurenbach, Consejero Comercial de la Unión Europea (UE) en Colombia, una de las razones de esta incapacidad de cooperación tiene que ver con que los principa-

les socios comerciales de los países de la región no son sus vecinos, sino países externos como Estados Unidos y China.

Siguiendo con la comparación con Europa, referente en cuanto a experiencias de integración exitosa, Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la U. Externado, también destaca la ausencia en el caso de América Latina de instituciones donde los Estados deleguen poder. La UE, en contraste cuenta con instancias como el Consejo Europeo, cuyas decisiones son obligatorias para los países miembros.

Pero el punto central de los

procesos truncados en el continente, inevitablemente, vuelve a lo político, a la tendencia a desechar o truncar procesos como el del propio Unasur.

Pese a su irrelevancia reciente, Unasur tuvo un rol importante durante su impulso inicial, entre 2008 y 2011. El artículo “Implicaciones del retiro de Colombia de la Unasur”, publicado en la revista de la U. Externado en 2018 por los investigadores Catherine Ortiz, Pedro Montero y Carlos Chaves, destaca el papel de este organismo en la resolución de los conflictos internos de Bolivia y Ecuador, así como la discusión de temas como el problema de las drogas desde una perspectiva regional.

Sin embargo, el camino elegido ayer, fue romper con estos avances y empezar de nuevo. Aunque con algunas diferencias. El nuevo organismo regional, presidido inicialmente por Chile, no contará con una sede fija ni un secretario general. Buscará imitar el modelo exitoso de la Alianza del Pacífico, integrada por Chile, Colombia, México y Perú, y que opera bajo lógicas más económicas.

Esta insistencia en la asepsia ideológica, así como un funcionamiento menos burocrático son las garantías que promete el nuevo bloque suramericano para evitar recorrer el camino de los fracasos anteriores, y terminar en el olvido cuando el péndulo político vuelva a cambiar de lado

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