PEl aluvión de inmigrantes venezolanos y cubanos se hace sentir en la educación pública. Primaria es la que más alumnos de otros países ha acumulado este año: 5.570. Las escuelas son las menos exigentes en cuanto a la escolaridad. En Secundaria y UTU ya se complica más: para revalidar se necesita mostrar alguna documentación que certifique lo que cursaron en su país. La Universidad, en tanto, apunta a flexibilizar las condiciones de ingreso.
Roger Piñate sabe lo que se siente cuando el helado caño de un revólver presiona fuerte contra la sien. Le pasó dos veces, en un shopping y en un estacionamiento. Conoce también de correr más de una hora en busca de una farmacia que tenga stock de jeringas para darle un inyectable a su esposa, y cuál es el mejor sitio para comprar comida en el mercado negro en Valencia, Carabobo, el tropical estado del centro de Venezuela. Sabe lo que es tener un buen pasar, trabajar para Polar —la mayor cervecería del país—, un lindo apartamento y auto. Pero hoy lo que carga sobre sus hombros es la mochila de haberlo dejado todo en busca de un mejor futuro para sus hijos. Y está convencido de que hizo bien. Para él, Uruguay es un país de puertas abiertas.
Fue en el primer semestre de 2017 que Piñate dijo basta. Renunció y lo hizo pese al desacuerdo de su esposa. “Vamos a seguir luchando, el país tiene que cambiar”, le decía. Él no hizo caso, le dijo que se venía a Montevideo, una ciudad que conocía solo por fotos, y que una vez que tuviera trabajo viajarían ella y sus dos hijos. Llegó el 26 de julio, al poco tiempo consiguió empleo en una empresa de licores y el 10 de febrero de 2018 arribó su familia.
Su hijo más chico, Alejandro, tenía apenas ocho años —ya tiene nueve—. Lo anotaron enseguida en la escuela pública y hoy es uno de los 5.570 extranjeros que cursan primaria pública en Uruguay.
Con un creciente flujo migratorio de venezolanos, la cifra de escolares extranjeros crece año a año. En 2018 eran 4.510. “Históricamente la mayoría de inmigrantes fueron de Argentina, España, Brasil y Estados Unidos. Sigue siendo así, pero entre Argentina y España se coló Venezuela”, dice Gabriela Salsamendi, secretaria del Consejo de Educación Primaria.
De los 5.570 extranjeros, 1.076 son argentinos, 982 venezolanos, 976 españoles, 701 brasileños, 444 estadounidenses, 286 cubanos y 153 dominicanos; el resto se reparte en otras nacionalidades. “Más o menos la mitad están en Montevideo”, señala Salsamendi, y hay algunos departamentos, como Flores, “que no tienen más de 20”. Las cifras corresponden a niños nacidos en el exterior, o sea que también incluye a hijos de parejas uruguayas que vivieron un tiempo en otros países y luego retornaron, y excluye a hijos de parejas de extranjeros que nacieron en Uruguay.
Para anotarlos les piden la escolaridad de su país, pero en caso de que no posean este documento se les inscribe igual colocándolos en el grado correspondiente a su edad. Si los alumnos no responden o muestran tener más conocimientos que sus compañeros, se los baja o se los sube de nivel en el correr del año.
No existen planes para que se adapten a la realidad uruguaya, pues Primaria considera que esto es algo que se da de hecho. “Les tirás una pelota, o cualquier juguete, y se olvidan de dónde nació cada uno. Lo viven con naturalidad. Nos ha costado más con los adultos, cuando hay barreras idiomáticas. Pero las táblets nos han ayudado, y también están los profesores de inglés”, señala Salsamendi.
Piñate cuenta que su hijo Alejandro se adaptó sin problemas. Y que hoy sabe más de historia y geografía del Uruguay, que de Venezuela. “Ahora comenzó tercer año y le está yendo muy bien. Creo que lo ayuda el buen tamaño, es el más grande del salón. He escuchado de niños venezolanos que han sufrido bullying, pero no es el caso de mi hijo; él es grande”, dice.
ENSEÑANZA MEDIA. Pero a medida que se avanza en la escalera educativa, los peldaños se hacen más altos y es más difícil revalidar estudios cursados en el extranjero. En Secundaria y UTU la cosa ya no es tan sencilla. Alexandra Esther Polanco es prueba de esto. Llegó a Montevideo en agosto de 2016 con 15 años y sin papel que validara lo que había estudiado en su país de origen, República Dominicana. “Vine por la economía, por el gobierno corrupto, porque no hay trabajo, y porque mi mamá ya se había venido tres años antes”, explica. Confiesa que allá estaba “volviendo loco” a su abuelo, que tenía un novio al que su familia no quería y que había bajado su nivel en el colegio. “Yo aprobaba con 90% o 100%, y pasé a 70%, que para mí, que siempre había tenido buenos resultados, era una caída”.
Cuando llegó a Uruguay pensó que lo mejor era estudiar Turismo en UTU, pero no tenía papeles que demostraran que había aprobado Ciclo Básico. Sin documentos a la vista, lo que logró fue que la dejaran ir como oyente a un liceo. Así pasó lo que quedaba de 2016 y todo 2017. Los papeles de República Dominicana llegaron en 2018, año que perdió, dice que por faltas. En este 2019 está yendo a la UTU de Arroyo Seco. “Acá es todo más difícil, la matemática que hacen ustedes en tercer año es la que nosotros aprendemos en el último año del liceo”, se queja.
Desde Secundaria, en tanto, la inspectora Maris Monti, encargada del área de reválidas, advierte que siempre se anota a los estudiantes; se les pide cédula de identidad uruguaya o de otro país del Mercosur, y si no pueden hacer el trámite con el pasaporte. Pero también deben presentar un certificado de estudios que pruebe hasta qué nivel llegaron.
“Hay situaciones en que el chico no tiene estos certificados —señala Monti—, pero como en Uruguay la ley de educación establece que la enseñanza es un derecho humano fundamental, sí o sí tenemos que ubicar a los jóvenes en los centros educativos. Si carece totalmente de documentación se lo pone con respecto a su edad y se le hace una constancia provisoria de reválida, hasta que pueda conseguir los papeles”.
La ley de educación establece en su artículo 49 que debe existir una unidad de validación y evaluación de los conoci-
“Les tirás una pelota, o cualquier juguete, y se olvidan de dónde nació cada uno”, dicen en Primaria.
mientos que sirva, por ejemplo, para estos casos en que no hay papeles. Pese a que la ley, que es de 2009, o sea del primer gobierno de Tabaré Vázquez, establece que esta unidad debía crearse en un lapso no mayor a los seis meses, esta unidad no existe. Tanto desde Secundaria como UTU advierten que se está trabajando en su creación.
“Igual estos son casos excepcionales, la mayoría consigue la documentación. Solicitamos que aunque sea le pidan a un familiar de su país de origen que les mande una foto de la escolaridad y que nos la pasen por mail”, dice Monti.
En todo 2018 hubo 2.121 pedidos de reválidas de estudiantes extranjeros en Secundaria. Se espera un incremento importante en este 2019, ya que solo desde febrero al viernes pasado ya había más de 1.000 solicitudes nuevas.
Monti sostiene que aunque no hay datos estadísticos concretos, en 2018 y 2019 la mayoría de las reválidas las pidieron venezolanos; después están los argentinos, los brasileños, los dominicanos y los cubanos.
Mariana Calandria, secretaria docente de UTU, en tanto, dice que hoy se están atendiendo tres tipos de situaciones: los que llegan con los papeles oficiales que acreditan sus estudios; los que tienen documentos alternativos, como ser un carné o una carta de algún colegio; y los que no tienen nada, que es el caso, por ejemplo, de los refugiados sirios que llegaron en 2014 al país.
El sistema informático de UTU no permite registrar a personas que no tengan documento de identidad uruguayo. Aunque estos sí sean inscriptos y estén en las listas, no figuran en el sistema. Es un error del software que hace que, a nivel estadístico, no se sepa realmente el total de extranjeros que van a UTU. Con esta salvedad, los datos parciales dicen que 1.616 fueron los jóvenes de otros países que se inscribieron en 2018.
La mayoría de ellos, 600, fueron argentinos. Después están los brasileños, 259; muchos de ellos viven en la frontera y cursan en Uruguay debido a convenios binacionales. Los venezolanos fueron 81.
“De 2019 no tenemos datos —explica Calandria—. Pero creo que puede preverse un aumento, por lo menos de Venezuela, porque últimamente son cada vez más los que hacen el trámite”.
PROFESIONALES. En la Universidad de la República las puertas también están abiertas, o más bien entornadas. Los requisitos son muchos, ya que las reglas del juego no fueron pensadas para el escenario de un país receptor de inmigrantes, sino como una barrera que evitase que jóvenes de otros lugares, como Brasil, vinieran a formarse y una vez recibidos se fueran sin devolverle esos conocimientos a la sociedad uruguaya.
Fue en 1986 cuando la Universidad aprobó un documento titulado “Normas sobre ingreso de estudiantes procedentes de países extranjeros”. Este establece que para anotarse a cualquiera de las facultades públicas se debe: ser uruguayo o haber tenido que salir del Uruguay en virtud de la situación política del país hasta el establecimiento democrático; haber tenido que interrumpir sus estudios en el país de origen por razones de persecución política, ideológica, gremial, religiosa o racial; ser funcionario diplomático o consular, o hijo o cónyuge de uno; o demostrar una residencia en Uruguay de al menos tres años.
En 2018, ante la gran cantidad de consultas de extranjeros, sobre todo procedentes de Venezuela, la Universidad aprobó una ordenanza que establecía flexibilizar el proceso de revalidación de títulos y el reconocimiento de estudios parciales para extranjeros. El tema se volvió a discutir la semana pasada en el Consejo Directivo Central (CDC) y se instó a las distintas facultades a que cumplan con esta flexibilización.
“Hoy depende de cada servicio. Cada uno aplicó de manera muy distinta la flexibilización. Ciencias Sociales y Ciencias Económicas, por ejemplo, aceptan a todos los que tengan la reválida de Secundaria. Otros no han sido tan permisivos, como es el caso de la Facultad de Odontología”, advirtió Rodrigo Nicolau, representante de la FEUU. No se sabe cuántos extranjeros hay en la Universidad o están pidiendo entrar, pero fuentes del rectorado dicen que sí hay certezas de que hubo un aumento y que se está trabajando en su cuantificación.
Karla Metaluna es chilena y llegó a Montevideo hace seis años. Cuando vino ya era abogada, pero para que le dieran el título debió cursar algunas materias específicas sobre nuestra legislación. Hoy pertenece a la ONG Idas y Vueltas, con base en Chuy, que ayuda a inmigrantes a aterrizar aquí. Dice que para ella no fue difícil, pero que no todos los casos son tan sencillos; y sostiene que la ONG ha atendido a varios médicos cubanos que no logran que se les reconozca el título. “Les piden traer todos los programas, un montón de papeles que allá les cuestan unos US$ 1.200, y para ellos eso es mucha plata”, advierte.
Algo parecido le pasó a Aura Mercado, dominicana, que llegó a Uruguay en 2014 con idea de continuar sus estudios en psicología. “Me pidieron un montón de papeles que demoraron años y no pude cursar; terminé estudiando cocina en UTU, que también me gusta. Pero mi sueño era hacer psicología”.
Víctor Escalona, ingeniero venezolano, dice haber tenido una experiencia mejor. Llegó en septiembre de 2016 y le falta una materia para terminar la maestría que está haciendo en Facultad de Ingeniería. “Me pidieron unos cuantos papeles. El título certificado, apostillado, y una lista de las materias que había cursado. También tuve que enviar una carta al decanato”, cuenta. Pero a tres meses de su arribo ya logró trabajar como ingeniero en Uruguay. Para él, este también es “un país de oportunidades”.
“Me pidieron un montón de papeles que demoraron años y al final no pude cursar”, dice dominicana.