Tras la llegada a Siria de un régimen de corte socialista con Hafez al Assad, padre de Bashar al Assad, Damasco y Moscú estrecharon lazos. La cooperación militar llevó a que la Unión Soviética se dotara, a partir de 1971, de una base naval en el Mediterráneo, la de Tartús (Latakia), que sirvió para pertrechar, reparar y abastecer a la flota soviética en sus singladuras frente a la norteamericana.
Pero, tras la desintegración de la URSS, la base quedó prácticamente en desuso hasta que el actual presidente Vladímir Putin decidió recuperarla. El nuevo desembarco se produjo en 2013 y, a 30 de septiembre de 2015, cuando Rusia comenzó la actual intervención militar en Siria, ya contaba con 1.700 efectivos para dar servicio in situ a los navíos rusos.
Un año después, en octubre de 2016, Moscú decidió convertir Tartús en una base permanente. Para su defensa, se desplegaron varias lanzaderas de misiles S-300. El antiguo jefe del Estado Mayor de la Marina rusa, el almirante Víctor Krávchenko, aseguró entonces que «se trata de crear una infraestructura completa. No son sólo barcos y muelles, sino un sistema de mando, medios de vigilancia y defensa, sistemas de defensa antiaérea y costera. También implica desplegar un importante contingente terrestre para proteger las instalaciones», recalcó. La base naval cuenta ahora también con misiles S-400 y puede albergar simultáneamente hasta once buques, incluidos los de propulsión atómica.
Contra los insurgentes
La otra base que Rusia tiene en la zona, la de Jmeimim, también en Latakia pero más al norte, se empezó a construir deprisa y corriendo nada más comenzar los bombardeos rusos en Siria de hace tres años. Las operaciones aéreas rusas contra los insurgentes sirios se lanzan fundamentalmente desde Jmeimim, aunque en ocasiones toman parte aparatos emplazados en portaaviones. Según sendos acuerdos firmados entre Moscú y Damasco, «Las dos bases constituyen un factor importante para la defensa de nuestros intereses nacionales y la seguridad de nuestro país» Rusia podrá seguir utilizando ambas bases durante los próximos 50 años, independientemente de cuánto dure la actual guerra. En diciembre del año pasado, cuando fue ratificado el acuerdo de utilización de Tartús y Jmeimim, Putin manifestó que «las dos bases rusas que permanecen en el suelo sirio constituyen un factor importante para la defensa de nuestros intereses nacionales y la seguridad de nuestro país».
Pero la presencia rusa en Latakia ha hecho que la provincia se convierta en un lugar aparentemente seguro para arsenales y fábricas de armamentos del Ejército sirio, como la que fue atacada el lunes por la aviación israelí. No obstante, las dos bases rusas han sido atacadas numerosas veces por las milicias rebeldes. Rusia es el principal aliado de Assad, gracias al que ha logrado recuperar el control del territorio sirio casi en su totalidad, a excepción de la provincia de Idlib, objeto de un acuerdo alcanzado el lunes entre Moscú y Ankara.