El Pais de Cali1 Jun 2020Actualidad GUILLERMO PUYANA RAMOS
Nos quedamos pensando en cuál era el modelo a seguir para enfrentar la pandemia para en el umbral de salida darnos cuenta que cada país tiene sus variables y ninguno es comparable con otro. Que si era Nueva Zelanda, un país que queda lejos de sí mismo y sin frontera terrestre alguna; o Suecia, Noruega o Suiza, porque por alguna razón nos consideramos comparables con ellos y no con nuestros similares peruanos o ecuatorianos.
Pero no, resulta que como debe ser cada país es su propio proceso histórico y social que marca rumbos muy diferentes y no hay un estándar que sirva como modelo. Por eso Canadá tiene tantas muertes como Irán que casi lo triplica en población y la diminuta Bélgica los mismos fallecidos de México. Que juega la genética a favor en India, que va en contra en Italia; que definitivamente salvo por Irán Alá ha sido más misericordioso que Jehová.
¿Y los del destino manifiesto? Son baremo pero de fracaso, ineptitud e irresponsabilidad, superando una vez más al mundo por múltiplos de diez y hasta mil en muertos, en contagiados, en colapso de las UCI, insuficiencia de morgues. Estados Unidos es un cuerpo lleno de pústulas en estado de absoluta negación. Una vez más el 5% de la población es el 30% del problema.
Para Colombia en la medida en que lo inevitable se viene, esto es la conjugación de la expansión de la epidemia con el relajamiento de las medidas de aislamiento y cuarentena, el país tiene que identificar muy bien sus particularidades para adoptar las medidas mínimas suficientes para ver cómo pasamos la primera parte de la enorme crisis económica.
Tal vez a eso se refería Darío Echandía cuando respondía que esto no es Dinamarca sino Cundinamarca. Ya nos están diciendo que el modelo a seguir es eso que llaman capitalismo humanista, una anomalía de su propia definición basada en la propuesta de sólo debe haber explotación hasta donde sea suficiente pues así lo dice la fundación mundial que lo promueve: JEP (Just Enough Profit), una variante del postulado turbayista de corrupción en sus justas proporciones.
Otros dicen que el modelo será una especie de retorno a un keynesianismo adaptado a la era tecnológica. Pero la mayoría coincide en que el modelo existente no puede seguir. Sin embargo parece que esa mayoría no considera la enorme fuerza que tiene el 5% de la población que suele ser la tercera parte o la mitad de cualquier problema mundial y cuyo credo diario se resume en el dicho ‘another day, another dollar’.
Colombia debe pensar en sus problemas particulares, partiendo de su historia y sus condiciones materiales. No sólo en las tres cordilleras, las costas sobre dos océanos, la felicidad de ser colombianos, sino en lo que nos hace únicos como sociedad conflictiva: la desigualdad, los 1,8 millones de migrantes venezolanos en competencia con millones de informales nacionales por el ejercicio de la prostitución, el microtráfico y la posibilidad de menudear o mendigar en el transporte público.
En los millones de desplazados sin empleo, en esa extraña supremacía racial de mestizos contra indios y negros, las deficiencias de infraestructura, la corrupción en todos los vericuetos del sistema legal, en la irrelevancia de casi todo el aparato judicial, en el esnobismo y la cobardía que se escuda en la rectitud política y el eufemismo que es la forma de evitar la expresión recta y franca de las ideas, que sería un buen comienzo para no seguir ningún modelo sino construir el nuestro.