El presidente brasileño, Michel Temer, ha decidido desplegar las Fuerzas Armadas en la frontera con Venezuela “para ofrecer seguridad a brasileños y venezolanos”. La medida llega después de 12 días en los que la grave crisis migratoria en la frontera común se había ido recrudeciendo sin que el Ejecutivo tomase ninguna medida de peso. Las tropas han sido desplegadas en virtud de un decreto que establece que se quedarán en las zonas norte y este de la frontera, así como en las autopistas, las próximas dos semanas.
Temer aludió ayer además a la posibilidad de asignar números de llegada a los inmigrantes según crucen la frontera para limitar su entrada con cupos diarios. “Cada día pasan 700 u 800 venezolanos por la frontera y eso está creando muchos problemas para su vacunación y para la organización”, señaló ayer el mandatario en una entrevista radiofónica. “Están pensando distribuir números de llegada, de tal manera que entren 100, 150 o 200 al día, lo que organizaría un poco mejor las entradas”, abundó. El presidente advirtió de que el éxodo venezolano se ha convertido en una amenaza para el conjunto de la región.
El presidente brasileño Michel Temer ha pasado a la acción. Tras 12 largos días de silencio e incertidumbre, en los que la grave crisis migratoria en la frontera con Venezuela se ha ido recrudeciendo sin una medida de peso del Gobierno, el mandatario ha escenificado que se pone a los mandos. Ha desplegado las Fuerzas Armadas en la frontera con Venezuela “para ofrecer seguridad a brasileños y venezolanos”. Y ayer comentó la posibilidad de asignar números de llegada a los inmigrantes según crucen la frontera para limitar su entrada.
El despliegue del Ejército es la medida más contundente del Gobierno desde el recrudecimiento de las tensiones en la frontera con Venezuela en el Estado de Roraima, cuando, hace casi dos semanas, miles de ciudadanos atacaron un campamento de refugiados y expulsaron a 1.200 de ellos. Aquello fue la explosión de meses de fricciones entre algunos habitantes de Roraima y los casi 60.000 venezolanos que desde enero de 2017 han llegado a este Estado huyendo de su país, lo que ha convertido a Roraima, un Estado
de poco más de medio millón de habitantes, pobre y mal comunicado con el resto del país, en una auténtica bomba de relojería.
“Cada día pasan 700 u 800 venezolanos por la frontera y eso está creando muchos problemas para su vacunación y para la organización”, dijo ayer el presidente durante una entrevista en Radio Jornal. “Están pensando distribuir números de llegada, de tal manera que entren 100, 150 o 200 al día, lo que organizaría un poco mejor las entradas”.
Los brasileños, exasperados,
recriminan a los inmigrantes el haber colapsado sus ya de por sí precarios servicios públicos, sobre todo los sanitarios. Al Gobierno le reprochan su escandaloso desinterés por la situación.
Ese descontento con el Ejecutivo se había ido extendiendo al resto del país en los días siguientes a la agresión. Temer, un presidente aislado, profundamente impopular (solo un 3% del país ve su gestión con buenos ojos) y con nada en juego ya porque su presidencia acaba tras las elecciones de octubre, ha estado prácticamente desaparecido justo cuando el país andaba más necesitado de un líder. Pasaban los días, crecían las especulaciones sobre qué hacer en Roraima y él seguía sin dar noticias. Ni un comunicado con la postura oficial, ni una reprimenda siquiera a los políticos roraimenses que exigían el cierre de la frontera con Venezuela, lo que violaría el derecho internacional. La primera potencia de América Latina estaba descabezada justo durante la crisis migratoria más grave de los últimos tiempos.
Explotación de la xenofobia
Este vacío ha sido aprovechado por algunos políticos de Roraima, que buscan ser reelegidos este octubre. Ya habían encontrado en la xenofobia una piedra filosofal para intentar convertir esta situación de difícil arreglo en votos. Pero los ataques al Gobierno y su laxa actitud ante la crisis han sido como un regalo para sus campañas. Y ni por esas Temer reaccionaba. Como mucho, insinuó que los militares eran una solución temporal al problema en una réplica a las muchas críticas de la gobernadora Suely Campos, que le sugirió que solicitase la intervención de las tropas.
La escena más inesperada y quizá representativa de la crisis, y del papel de Temer en ella, la protagonizó otro político de Roraima: el senador Romero Jucá, quien hasta el lunes era uno de los más fieles y poderosos aliados del mandatario. Preside su partido, el Movimiento Democrático Brasileño, y el lunes anunció que dimitía de ese cargo en protesta por la gestión de la crisis de los inmigrantes, lo que da buena muestra del grado de toxicidad de Temer en este nuevo contexto.
Las tropas están desplegadas por un decreto que establece que se quedarán en las zonas norte y este de la frontera, así como en las autopistas, las próximas dos semanas. El Gobierno ya decretó la “situación de vulnerabilidad” de Roraima en 2016, así como medidas “de asistencia” a los venezolanos. Temer fue abiertamente crítico con el Gobierno de Nicolás Maduro. “Brasil respeta la soberanía de los Estados, pero tenemos que recordar que solo es soberano un país que respeta y cuida de su pueblo”, dijo. Un país que vive, dijo, una situación “dramática” y un “desastre humano”.