Este martes 7 de agosto entrarán en vigor las nuevas sanciones estadounidenses contra Irán, limitando su comercio petrolero y las inversiones extranjeras. La denuncia del Acuerdo de Viena por Trump provocó la indignación del resto del mundo. El país persa parecía haber respetado escrupulosamente el acuerdo y abandonado, al menos temporalmente, sus ambiciones nucleares. No regresaremos a comentar sobre las virtudes y defectos del acuerdo que han sido debatidos desde la fecha de su firma en el verano del 2015. Pues el verdadero motivo de la decisión de Trump no es solamente el programa nuclear iraní. Se trata, sobre todo, de contrarrestar los asaltos del país contra los dos principales aliados de Estados Unidos en la región: Arabia Saudita e Israel.
Además de las claras insuficiencias del acuerdo, que no eliminan la posibilidad de un Irán nuclear en el futuro, insuficiencias que han sido aceptadas incluso por los padrinos europeos de dicho acuerdo, su principal defecto es que ofrecía una bocanada de aire a un régimen represivo en el interior y agresivo en el exterior.
Internamente, la ilusión de una democracia islámica sui géneris duró apenas un año después de la revolución de 1979. Cierto, Irán conocía procesos electorales y verdaderos debates de ideas ausentes en toda la región, con las excepciones de Israel y Turquía. Pero los últimos defensores de la “democracia iraní” tuvieron que rendirse ante la evidencia de la represión feroz de las manifestaciones contra el fraude electoral del 2009. Desde entonces, no han parado los disturbios internos en todas las capas sociales y regiones de la sociedad iraní.
Pero para Trump, el problema principal de Irán no es su falta de democracia sino la forma en que quiere imponerse frente a Estados Unidos, como potencia regional y reaccionaria. Desde el 2011, gasta miles de millones de dólares para apoyar el régimen de Bashar el Asad en Siria. Este verdugo no se hubiera quedado ni matado a centenares de miles de sirios sin el apoyo masivo de Irán desde el principio.
Antes, también apoyaba a las milicias del Hezbolá en Líbano y del Hamás en la Franja de Gaza, ambas han sido declaradas como organizaciones terroristas por Estados Unidos y sus aliados. Asimismo, apoya a las milicias hutíes que conquistaron el poder en Yemen y atacan el territorio de Arabia Saudita en respuesta a los bombardeos para desalojarlos.
La lógica de Trump es debilitar a Irán económicamente para evidenciar ante sus ciudadanos cómo su régimen despilfarra escasos recursos en búsqueda, no del bienestar del país, sino de sueños de potencia con su programa atómico y sus intervenciones permanentes y costosas para instalar y consolidar regímenes vasallos.
Cuenta con que los iraníes se rebelarán contra su régimen que fracasó en lo económico y lo político. Pues las democratizaciones sólo se pueden dar desde adentro. Por lo pronto Irán es más vulnerable y eso favorece los intereses de Estados Unidos y tranquiliza a la mayor parte de los países del Medio Oriente.