El mar Negro es un hervidero desde que se inició la escalada de tensión. Rusia tiene desplegados en la zona unos 600 aviones y más de 30 buques —algunos llegados desde el mar de Barents o el Pacífico— navegan por sus aguas. La realización de maniobras navales y aéreas en el mar Negro no solo es una exhibición de músculo, sino una forma de presionar a Ucrania.
La declaración de zonas de exclusión reservadas a ejercicios militares obliga a desviar el tráfico civil y el temor a una guerra encarece los seguros de los fletes. El resultado es que el puerto ucranio de Odesa ha reducido drásticamente la entrada y salida de mercancías. En cambio, las flotas aliadas no han cruzado el Bósforo y siguen en el Mediterráneo. La OTAN quiere evitar un incidente indeseado que haga de chispa en el actual polvorín.