Están por todo lado. La invasión de arepas y pasteles de chocolate es el rostro más romántico de una barbarie descomunal que se moviliza por América Latina. Más allá de la llegada masiva de migrantes por la frontera norte, es el traslado de la pobreza junto a proyectos truncados, instituciones falaces, corruptelas, delirios militaristas, excesos administrativos, abusos del poder hegemónico y de la miseria antidemocrática. El asesino Maduro con cinismo extravagante asumió su fracaso y se auto-incriminó como responsable de una barbarie, de esa macabra burla populista.
La ‘venezualización’ no es un traslado del hambre, escasez de medicinas y desempleo, sino una lectura paralela de una crisis regional ética, social, política y cultural. Una obra maestra de mal manejo económico y lo que las sociedades están obligadas a tolerar por el electoralismo falaz. Una muestra de la hiperinflación que alucina, donde un dictadorzuelo borra cinco ceros de un billete, para esconder su peste propagada antes que el dinero desaparezca de un soplido, cual trama infame del realismo mágico caribeño.
El guion del posible atentado y montaje contra el tiranuelo viene con intrigas y bochinche porque es el relato del Estado nación fallido anunciado. Un argumento del populismo en zozobra y de un modelo irracional que describe a la sufrida Venezuela sin Maduro a gritos porque ‘Todo se desmorona’ como titula en su novela el nigeriano Chinua Achebe.
En sus páginas cuenta cuando la civilización europea se apropia del mundo africano; en equidistancia cuando el migrante impone sus huellan e impregna emociones y pasiones al otro lado de sus fronteras. Sin Maduro el camino está empedrado de desafíos, requiere tiempo, esfuerzo, autocrítica constante y el rigor de muchas sabidurías.
Quizá la Venezuela hermosa y fraterna, del Salto del Ángel y cuna de patrias libertarias, no tenga un desenlace sangriento al cambiar su capítulo. Cuesta mucho salir de esas comunidades idílicas e idealizadas porque a los servicios públicos los han colapsado un déspota y sus adeptos. Cuesta demasiado salir de una catástrofe natural o guerrera tanto como de esos populismos atroces del siglo XXI.
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