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Venezuela navega a la deriva

  • La Voz de Galicia (Ourense)
  • 22 Aug 2018
  • ABEL VEIGA

El populismo extremo está a la deriva, henchido de demagogia y fábula. Las metáforas encubren los errores del poder, hay cuestionamientos sobre la falta de legitimidad, el atropello y el abuso del Estado de derecho. Cuando el poder desnuda la justicia, silencia la libertad y ahoga la pluralidad, la víctima solo es y puede ser la sociedad.

Es el sempiterno modo de actuar y proyectarse de quienes detentan, pero a la vez ostentan, el poder. Detentar y ostentar. Diferencia sutil y tenue, pero consistente. Venezuela es un país extraordinariamente rico en recursos y posibilidades. No hay enemigos externos. Nunca los hay, ni en dictaduras ni en autocracias, se suscitan, se jalan, se exponen entre el vocerío de los aparatos corruptos de poder. La escasez total de alimentos, como de medicamentos, radiografían la realidad de un país atenazado y rehén de visiones reduccionistas, de manipulaciones abyectas y discursos tan vacuos y estériles como esculpidos en medio de una mediocridad y una demagogia falsacionista. El dictador ha condenado a su pueblo a la miseria, la violencia, el desgarro y, lo que es peor, la fractura total.

Venezuela se ha instalado en una difícil y vertiginosa pendiente. Con ella arrastra a un pueblo entero, dividido, fracturado. Los líderes de la oposición están o bajo arresto domiciliario, encarcelados y sin juicio, o en todo caso, en una patética escenografía judicial. ¿Hasta dónde llegará la situación en Venezuela? El populismo no ha sido sino una nueva forma de autoritarismo disfrazado de hueca retórica. Ahonda la división social, polariza los antagonismos, los azuza con maestría y fomenta redes clientelares, sobre todo entre las clases más bajas, a las que se subvenciona, y hasta la vida misma se hace depender del partido más que del Gobierno.

Una y otra vez, el esquema se repite en su filosofía, pero no en su implementación, entre los países de América Latina. La consigna es clara, las formas también. Primero, fidelizar a los propios, adoctrinarlos —no educarlos—, luego confrontarlos con las viejas élites económicas y conservadoras, mitigando de paso la clase media, diluyéndola. Y, mientras, la nueva dirigencia se erige en esa élite de poder que lo controla y devora todo, lo político y lo económico. Sustitución de élites, y el aparataje del Estado al servicio del interés personal, acólitos y diletantes. A continuación, prohibición o anatematización de algunos partidos, normalmente opositores; censura y control de los medios de comunicación. Siempre el enemigo externo y la injerencia, sea de Estados Unidos, sea de Madrid o de Bogotá. Cansina letanía. Alguien a quien buscar y azuzar ante las masas. Chivos expiatorios que distraen la atención. Expresidentes, políticos de talla y referencia moral, movilización de la comunidad internacional, pero nada hace mover al búnker, que tiene miedo, sin embargo. Titubea y se siente acorralado. Resiste por el momento, pero se debilita internamente. En medio de mandos militares que se controlan. Riesgo de involución. Late, continuamente. Y, ahora, miles de venezolanos abandonan a pie el país, a Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, y lo que es peor, se encuentran el rechazo y conatos de xenofobia hacia ellos en sus países hermanos.

Arbitrariedad, abuso de poder, quiebra de todo derecho y toda moral. Este es el ADN del populismo, la falsa redención de América Latina. Una América víctima de un jacobinismo confundido de liberalismo y un trasnochado pensamiento gramsciano que han hecho de ella a lo largo de todo el siglo XX el escenario macabro de la ausencia real de libertades entre revoluciones de izquierda y autoritarismos de derecha.

¿Es propensa América al caudillismo? Hablamos de democracia, pero ¿qué democracia es esa que vulnera los derechos, confunde partido con Gobierno, anula e instrumentaliza el Estado? El populismo no es democracia; es una forma subrepticia de autoritarismo, de ausencia real de libertades y derechos; que no nos confundan. Empieza a vivir su recta final. Pero, ¿qué vendrá después y qué reemplazará el populismo en su caso? Mientras Venezuela camina por una deriva ignota y trágica. La tragedia que el pueblo sufrirá. No los déspotas.

■ Miles de venezolanos abandonan el país a pie, buscando refugio en Colombia, Brasil, Ecuador o Perú, donde en ocasiones encuentran el rechazo xenófobo de sus vecinos

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