condenas injustas, una cifra récord en la historia del régimen que pretendía transformar el país en un paraíso y que, como hoy afirma en ABC el representante de EE.UU. para Venezuela, Elliott Abrams, «es la sede mundial de la corrupción». En todo caso, si Maduro se imagina que puede negociar una eventual homologación del simulacro de elecciones que prepara para el mes de diciembre, a cambio de flexibilizar el cautiverio de ciertos opositores utilizados como rehenes, se equivocaría gravemente. No es aceptable la represión de los disidentes y lo es aún menos intentar regatear con su libertad. Tampoco sería de recibo que la comunidad internacional lo consintiera, porque no sería más que un pretexto para que la dictadura capturase más rehenes. La verdad es que en Venezuela no hay libertad y eso no se resuelve de ninguna manera que no pase por la salida de Maduro del poder y por el fin de la dictadura chavista.