El invierno más duro desde hacía más de cien años se había encargado de derrotar a las tropas de Napoleón, que pretendía invadir el país de los zares. Meses antes e hinchado de orgullo, Napoleón había dirigido un ejército de 600,000 soldados hacia Moscú, pero el clima fue su principal enemigo: los rusos optaron por una estrategia de desgaste: mientras el ejército francés avanzaba, ellos destruyeron cosechas, alimentos y todo aquello que pudiera servir al enemigo que avanzaba; las tropas invasoras se fueron quedando sin avituallamiento y el frío intenso empezó a hacer estragos. Sin más remedio y frente a la derrota, Napoleón tuvo que dar marcha atrás, en un camino de muerte. Se calcula que sólo 40,000 hombres pudieron volver a una Europa occidental que también estaba destrozada por los estragos del clima extremo, la mayoría de ellos llegaron a la ciudad de Viena, donde se encontraron con una población asolada por la hambruna. Meses después los sueños de grandeza del emperador francés se vieron limitados a un exilio en la isla de Elba.
Pero volvió. Escapando de su exilio, Napoleón regresó a Francia, donde organizó un ejército que pretendió invadir los Países Bajos, los enemigos de la Revolución Francesa se unieron y le derrotaron en Waterloo.
Tres naciones monárquicas decidieron formar una alianza, para combatir el avance de las ideas liberales nacidas de las revoluciones francesa y norteamericana. Rusia, Austria y Prusia, en 1815, le denominaron la “Santa Alianza”. El pacto era unirse, para defender en cualquier parte del mundo la legitimidad de las monarquías y el absolutismo.
Al otro lado del Atlántico Norte, esto no era bien visto. Las colonias, que antes habían estado sometidas bajo la forma monárquica de la Corona Inglesa, habían logrado su independencia unas cuantas décadas atrás y se organizaron formando una nueva nación, bajo los principios de liberalismo y democracia, brotados de la misma Revolución Francesa y en los países de Latinoamérica de gestaban las luchas para independizarse de la monarquía española.
Fue bajos estas circunstancias que el entonces quinto presidente de los Estados Unidos, James Monroe, creó la idea que el territorio de América debía pertenecer a los habitantes de este, bajo el lema “América para los americanos”, lo que significaba una oposición al colonialismo europeo que se cernía como una amenaza brotada de la fuerza de la “Santa Alianza”.
La Doctrina Monroe adquiere su actual connotación cuando, en 1904, Venezuela se ve amenazada por flotas de naciones europeas. El presidente norteamericano, Theodore Roosevelt, manifestó que Estados Unidos no
permitiría la injerencia de las potencias europeas en el país latinoamericano y determinó que la intervención de un país europeo que pusiera en peligro los intereses de los norteamericanos obligaba a la intervención de Estados Unidos para restablecer los derechos y el patrimonio afectados.
En fin, la Doctrina Monroe ha evolucionado hacia una pretensión de los Estados Unidos de evitar toda injerencia en los países de América que provenga de potencias de otra parte del orbe y es la Venezuela actual la que representa un grave riesgo para las pretensiones norteamericanas de dominio territorial.
En efecto, si bien Estados Unidos fue el principal socio comercial de Venezuela; para 2018, el segundo comprador de petróleo y primer acreedor del país latinoamericano, lo era China que importa alrededor de 600,000 barriles de petróleo y que es acreedor de Venezuela por más de 56,000 millones de dólares y la economía venezolana se ha vuelto dependiente del país asiático, por la gran cantidad de productos que importa, a cambio del petróleo.
Luego de las sanciones económicas que Estados Unidos ha impuesto al gobierno de Maduro, la importancia de China como socio comercial de Venezuela ha crecido y lo mismo sucede con quien ocupa el segundo lugar en ese aspecto, Rusia.
A pesar de no existir transparencia en las cifras, se habla que el gobierno ruso y la petrolera estatal de ese país, ROSNEFT, son acreedores de Venezuela por más de 6,500 millones de dólares y la caída de Maduro pudiera implicar que esa deuda cayese en impago.
Pero no se trata sólo de una cuestión económica, Venezuela representa para Rusia y China, la posibilidad de influir territorialmente en América Latina y la subsistencia de Maduro en el poder se ha transformado en una cuestión de geopolítica que incide en deterioro de la influencia de Estados Unidos en la región y pone en una fuerte tensión la Doctrina Monroe.
Las sanciones impuestas por Washington a la petrolera venezolana PDVSA y su filial norteamericana CITGO, que implican congelación de activos por 7,000 millones de dólares y el cese de compra de petróleo al país sudamericano, pueden tener un efecto adverso al planteado por Estados Unidos, pues Rusia y China, se pueden convertir en el sustituto de las compras de esos activos y aumentar la influencia geopolítica de ambos países en Latinoamérica, la que puede extenderse fácilmente a los regímenes de tinte socialista de la región.