Una ola de masivas manifestaciones se organizaron de nuevo ayer con el fin de presionar a las fuerzas armadas venezolanas para que dejen entrar la ayuda humanitaria estadounidense almacenada en la ciudad de Cúcuta, en la frontera de Colombia. Pero tanto los 2.000 generales como los soldados emplazados en la frontera parecen inmutables en su negativa a apoyar a Juan Guaidó, que el pasado 23 de enero se autoproclamó presidente interino de Venezuela.
El llamado corredor humanitario para trasladar la ayuda por la frontera brillaba por su ausencia en el puente fronterizo de Tienditas, donde se han almacenado cientos de cajas de alimentos y medicamentos de la agencia estadounidense Usaid.
Un grupo de migrantes venezolanos habían acudido al puente convocados por el equipo de Guaidó en Cúcuta. “Lo dijeron en la CNN y hemos venido con la esperanza de ayudar, pero para nada”, se lamentó Majelli Prada, de 24 años, que acababa de llevar a Cúcuta desde la ciudad venezolana de Tucani. “En Tucani no llega la plata para un kilo de carne”, añadió.
Mientras, en Venezuela, una serie de manifestaciones multitumenaje dinarias convocadas por Guaidó exigían que las fuerzas armadas abriesen la frontera para dejar entrar la ayuda. En Caracas, decenas de miles de personas recorrieron la ruta habitual de la oposición, desde la avenida de Miranda, en el centro financiero, hasta los restaurantes de carne a la brasa en la avenida de las Mercedes. En el día de la Juventud Venezolana, Guaidó pronunció un discurso de ho- a los jóvenes caídos de la guariba –las luchas callejeras contra la policía– e instó a los militares a sublevarse. Fue respaldado por el asesor de seguridad estadounidense John Bolton, que ha dedicado más del 73% de sus tuits a Venezuela en la última semana.
La otra Venezuela también salió a la calle. En el centro de Caracas, territorio chavista, otra manifestación grande expresó su rechazo a una intervención militar de Estados Unidos, un posible plan B para Washington que el mismo Guaidó ha apoyado pasivamente. Los manifestantes chavistas en muchos casos son empleados públicos cuyos salarios han sido aniquilados por la hiperinflación y no necesariamente apoyan al Gobierno. Pero la amenaza de una invasión estadounidense siempre sirve para movilizar la base chavista.
Cúcuta se ha convertido en la
La ayuda de Estados Unidos lleva cinco días bloqueada en la frontera y no ha llegado más
punta de lanza del “cerco humanitario” –según definición de Mauricio Claver Carone, responsable de América Latina en el Departamento de Estado en Washington– contra Maduro para forzar un cambio de régimen. Esta frase resume una cierta esquizofrenia en la estrategia de Estados Unidos y Guaidó de aplicar sanciones devastadoras a la vez que proporciona ayuda humanitaria.
Ya son cinco días en que los alimentos permanecen detrás de la valla y no han llegado más convoyes de una operación coordinado por el Gobierno colombiano con la ayuda de empresas privadas venezolanas con sede en Colombia. No cuenta con la ayuda de organizaciones multilaterales especializadas en operaciones de ayuda humanitaria como la Cruz Roja.
Maduro está intentando negociar con la ONU un programa de apoyo que puede ser compatible con su definición de la soberanía nacional.
Guaidó anunció una nueva fecha –el 23 de febrero– para que la ayuda cruce la frontera sin especificar qué pasará si el ejército mantiene su negativa a que entre. Añadió que se ha creado una red de voluntarios para distribuir la ayuda que ya tiene más de 90.000 inscritos