La noticia la sobresaltó cuando aún no había amanecido. «Comenzaron a llegarme mensajes de WhatsApp de familiares que tengo en Galicia. ‘¡Leopoldo López ha sido liberado!’», cuenta Mayra. Eran las seis de la madrugada allí. Excusó sintonizar la radio o poner la tele. «El Gobierno controla los medios. Están en silencio, es como si no pasara nada», opina. Recurrió a los periodistas freelance que sigue en las redes sociales. Mayra lleva diez años instalada en A Coruña, donde trabaja. Se vino gracias a una hermana, casada con un gallego. Ahora está en trámites de conseguir la nacionalidad española. Es residente de larga duración con permiso de trabajo.
La «ofensiva final» contra Maduro la pilló de vuelta por azar. Viajó allí para asistir a la boda de un primo. De sus familiares directos solo un hermano sigue allí. El resto, cuenta, huyeron «del régimen». Es fácil intuir en qué lado se posiciona. La mañana de ayer tenía previsto ir al centro de la capital. «Estoy a 20 minutos en coche, en otro estado vecino», describe.
«En Caracas, en la urbanización donde vivían mis padres, la gente está tocando las ollas con cucharas. La familia de mi cuñada nos cuenta que se están organizando. Están esperando instrucciones de Guaidó para salir a la calle y que les digan cómo deben actuar en la operación Libertad», detalla Mayra, cuyos bisabuelos eran canarios. Define la crisis como una «rebelión cívico-militar» y no como un golpe.
«Tanto los militares de bajo rango como la sociedad civil pasan las mismas calamidades. Ya no es tanto la escasez, sino la inflación. Todo se ha dolarizado», justifica. «Mi hermano y los que nos vimos obligados a irnos llevamos años esperando esto. No tengo miedo», afirma. Su billete de regreso a Galicia es para mayo. «Es posible que corten las fronteras. Estoy preocupada por si no puedo regresar, pero feliz, emocionada por vivir esto. Al fin está pasando algo».
La posibilidad de que el levantamiento de una parte del Ejército se traduzca finalmente en enfrentamientos violentos no la asusta, reitera. «Venezuela es una lucha constante y perenne. Quiero que mi país supere esto», anhela.
Ilusión compartida
La ilusión de Mayra era compartida por miles de personas en todo el país. «Hola. La comunicación por Internet está fatal. Es ahora o nunca. Estoy en la calle porque nos tiraron bombas lacrimógenas y vamos al hospital. Estoy feliz y, pese al bloqueo de televisión, radio e Internet, la calle está fuerte», explica Enith desde Caracas y corrobora Gladys, una médica con dos hijos que reside en la capital.
Miedo por las familias
Los venezolanos de Vigo viven con mucha inquietud los acontecimientos en Venezuela. «Considero que la población está bastante cansada del régimen de Maduro y que lo más sensato que puede hacer es entregarse, que no se atrinchere con algunos sectores militares que todavía le apoyan y que se evite así un derramamiento de sangre de alto nivel», advierte el presidente del colectivo en la ciudad, Manuel Pérez, según informa Alejandro Martínez.
La principal preocupación de los 2.500 venezolanos que residen en Vigo y su área es la situación de sus familias. «Se siente temor y miedo porque lamentablemente en todas las concentraciones hay muertos. La gente tiene miedo y de momento sabemos que ha habido algún herido en la calle», afirma.