Clarín28 May 2020Ricardo Kirschbaum
Las repetidas fricciones de Fernández con los países vecinos, y no tanto, y la contracara de su evidente circunspección respecto de Venezuela refuerzan ese doble standard que le quita seriedad a toda política. El hecho de conocer que barcos con combustible refinado llegan a Venezuela desde Irán es una muestra incuestionable del abismal deterioro económico y social en ese país. Que se hable de “amistad y solidaridad” no oculta que esa anomalía ocurra en el país con las mayores reservas mundiales de petróleo.
Muchas veces, cuando se habla de economía, pareciera que se habla de algo con vida propia, ajeno al manejo de los gobernantes. Esa patética importación es una señal insuperable de la casi insuperable ineptitud del gobierno de Nicolás Maduro.
Reparte crimen y corrupción hacia adentro, como denunció una socialista como Michelle Bachelet, y reparte miedo hacia afuera: ¿cómo puede caer tanto un país con semejante riqueza por más que el precio del crudo hoy esté por el piso? Venezuela comparte peor que ninguno la suerte de los productores de materias primas que secaron las vacas gordas. Y que construyen un relato de esa decadencia como un triunfo revolucionario.
Este relato se edifica contrapuesto de otro. El remedio que aplica EE.UU. no es remedio: el bloqueo económico perjudica a la gente,
no a los privilegiados del gobierno, la bolioligarquía que son los nuevos ricos del régimen.
Venezuela es uno de los eslabones de la campaña reeleccionista de Trump. Como lo es, también, el virtual cierre de la importación de biodiésel argentino, por presión de la “América profunda”, corazón de los votantes del jefe de la Casa Blanca.
Pero eso no debe hacer perder el foco de que hoy en Venezuela a más deterioro, más autoritarismo. Esto se refleja en una cada vez más creciente militarización de la vida cotidiana, conclusión de aquellos observadores que mantienen aún simpatía con el chavismo. También hay denuncias sobre la temible Fuerza de Acciones Especiales (FAES), sección de choque del régimen. A sus integrantes se los acusa de ser directamente un grupo de exterminio al servicio de Maduro.
En este contexto, ¿cómo creer que son ciertas las cifras de contagiados y de muertos por el COVID-19? Human Rights Watch y la Johns Hopkins University calculan en 30 mil los fallecidos por el virus. Maduro admite que sólo tiene 10 víctimas fatales.
El canciller Felipe Solá acaba de saludar una iniciativa de ayuda a Venezuela, en una conferencia virtual que organizó la Unión Europea y España, a pesar de que la policía política de Maduro asedia las embajadas española y francesa. Solá pidió que se respetara la Constitución “y que cualquier medida se adopte desde adentro hacia afuera y no desde el exterior”. Lo dijo justo cuando el Tribunal Supremo ratificó a Luis Parra, como titular de la Asamblea Nacional, desalojando a Guaidó, al que Trump y otros países reconocen.
El ministro argentino intenta hacer un equilibro imposible entre el autoritarismo flagrante de Maduro y la política punitiva de Trump. Esa ausencia de condena argentina es justificada en la no intervención en asuntos internos de otro país.
Argumento poco creíble en un gobierno cuyo presidente critica libremente a sus colegas vecinos, y después se disculpa. Nunca lo ha hecho con Maduro. Tal vez en la próxima conferencia de prensa Fernández le tenga reservada alguna de sus ya famosas filminas. ■
Fernández ha criticado en público a gobiernos vecinos, pero se cuida de hacerlo con Venezuela.