Miren mi perfil. A veces me veo en el espejo y veo a Stalin”.
BOGOTÁ, Colombia — Los videos que circulaban por todas partes parecían capturar una presidencia en caída libre.
En el 2016, se muestra cómo una turba hambrienta bate cacerolas y sartenes mientras persigue al presidente venezolano Nicolás Maduro. El otro es de mayo de este año, y se ve a Maduro entrar a una plaza pública antes del día de las elecciones para saludar a una multitud… pero el lugar está prácticamente vacío. Luego, llegaron las imágenes de este fin de semana: el sábado, cuando el escenario donde está el presidente parece agitarse por una explosión, cientos de soldados rompen filas y huyen en pánico.
Ese retrato de vulnerabilidad llega cuando Venezuela enfrenta la crisis económica más grande de su historia moderna.
Y, sin embargo, Maduro sigue en el poder. En la actualidad, mucha gente se pregunta si en vez de haber permanecido a pesar de los desastres, no es más bien que tal vez, de alguna manera, ha permanecido gracias a ellos.
“Hay un área entre la democracia y la dictadura absoluta en la cual las crisis económicas de hecho pueden ayudar a que el gobernante se consolide en el poder”, señaló David Smilde, profesor de sociología que estudia el caso de Venezuela en la Universidad Tulane.
En efecto, Maduro ha capeado intentos de rebelión, meses de enormes protestas callejeras, el aislamiento de sus países vecinos, amenazas de intervenciones militares del presidente Trump, una caída en las ganancias del petróleo, desacuerdos dentro de su propio partido, un éxodo masivo de su pueblo y una elección en mayo, que en general ha sido calificado como amañada y ha extendido su periodo hasta 2025
Maduro se ha esforzado mucho para cortejar a aquellos que podrían derrocarlo, como el Ejército venezolano, que los observadores consideran desde hace mucho tiempo el grupo más poderoso que podría volverse en su contra.
Como la economía colapsó, lo cual ha provocado una profunda escasez de alimentos y medicinas y una desvalorización total de la moneda, Maduro ha ofrecido al Ejército los premios lucrativos que todavía quedan. Los altos rangos militares dirigen las industrias alimentaria y petrolera y controlan la región donde se extraen el oro, los diamantes y el coltán. Hasta ahora, según los analistas, el acuerdo ha garantizado su lealtad, pues los generales calculan que es más rentable seguir alineados con el gobierno actual que regresar a la democracia, donde su futuro es incierto.
Maduro aún podría enfrentar la amenaza de protestas callejeras como las que arrasaron Caracas y otras ciudades durante meses el año pasado, y que dejaron más de cien muertos por la represión sangrienta del gobierno. No obstante, en estos días, el descontento parece haberse extinguido. Las marchas que siguen ocurriendo son menos políticas y a menudo tienen como objetivo presionar a los funcionarios locales para que se restauren servicios como el agua y la electricidad. Una falla en el sistema de energía dejó sin electricidad durante horas al 80 por ciento de Caracas, y ese tipo de insuficiencias cada vez son más comunes en otras ciudades.
Hebert García Plaza, un exgeneral que huyó del país después de que el gobierno de Maduro lo acusara de corrupción, señaló que las agencias de seguridad venezolanas acaban con las protestas en cuanto se planean, para evitar que haya otro estallido de marchas como las que tuvieron lugar en 2017.
“Extraen el tumor desde su origen”, dijo, y aseguró que las agencias de inteligencia ahora realizan arrestos en cuanto perciben una señal de “descontento social o un intento de levantamiento”.
Las circunstancias recuerdan a algunos tiranos de América Latina del siglo XX. Sin embargo, hay diferencias marcadas: si en aquel entonces los generales permanecían impávidos bajo lentes oscuros mientras las formaciones militares estaban de pie en posición de firmes, Maduro parece estar en una crisis permanente, como se vio el sábado cuando sus guardias nacionales huyeron ante el ataque.
Muchas personas consideran que este tipo de incertidumbres son las que mejor aprovecha Maduro para sacar ventaja. Dimitris Pantoulas, un analista político y asesor de riesgos en Caracas, espera que el supuesto intento de asesinato se utilice como pretexto para reprimir a potenciales oponentes. Después del ataque, el gobierno arrestó a seis individuos que dijeron haber intentado asesinar a Maduro.
“Temo que cualquier loco pueda intentar algo así en este momento”, opinó Pantoulas, con lo cual le dio aún más ventaja a Maduro.
Aunque el presidente venezolano tal vez no encaja exactamente en el molde de un dictador militar, ha seguido el ejemplo del exlíder cubano Fidel Castro: usar el éxodo de ciudadanos infelices como una válvula de escape.
El gobierno de Castro enfrentó dos grandes migraciones. La primera ola estaba formada por cubanos de las clases media y alta que se oponían a su revolución de 1959; la segunda, por cubanos más pobres que huyeron en botes a inicios de los años ochenta.
Venezuela ha visto migraciones similares. Pero se han dado de forma simultánea.
En la actualidad, Colombia es el hogar de un millón de venezolanos, sobre todo pobres, que han buscado refugio allí y en Brasil, un país con el que Venezuela también comparte frontera. Los venezolanos con mejores posibilidades han buscado refugio en Europa y Estados Unidos, así como en algunos otros países sudamericanos, como Perú y Chile, que han reclutado profesionistas.
El resultado está cambiando la demografía venezolana: muchos de los opositores de Maduro están fuera del país, y muchos de los que permanecen han decidido soportarlo.
“Esto deja a una población que está satisfecha con lo que sucede o que suele ser más pasiva”, afirmó Smilde.
Sin embargo, el sociólogo advierte que no es sostenible a largo plazo permanecer en el poder sacando ventaja de una crisis reiteradamente.
Smilde pone de ejemplo al Ejército, cuyas filas han recibido aumentos de sueldo que han superado por mucho los incrementos salariales de otros trabajadores. Sin embargo, estos aumentos no han sido más altos que la inflación: Smilde calcula que un general promedio gana cerca de 250 millones de bolívares al mes, el equivalente a 70 dólares. Otras medidas de apoyo del gobierno de Maduro —como permitir que sus aliados desmantelen empresas de activos del Estado— han estado sujetas a investigaciones por parte de procuradores estadounidenses.
Además, algunos economistas esperan que las últimas propuestas de Maduro —entre las cuales se encuentran eliminar cinco ceros de la moneda y permitir transacciones comerciales del extranjero— enderecen la economía de Venezuela, cuyo mayor conflicto sigue siendo el profundo declive en la producción de petróleo, un problema que Maduro aún debe resolver.
No obstante, por ahora, el presidente parece satisfecho porque su fórmula está funcionando. Aunque fue un protegido de Hugo Chávez, hay ocasiones en que Maduro coquetea con las comparaciones que lo acercan a dirigentes que recurrieron a la fuerza bruta para gobernar.
“Hay personas en el mundo que me consideran el Stalin del Caribe”, mencionó en un programa a finales del año pasado. “Y me parezco a él. Miren mi perfil. A veces me veo en el espejo y veo a Stalin”.
Miren mi perfil. A veces me veo en el espejo y veo a Stalin”.